lunes, 10 de enero de 2011

Cambios de inicios de año

A mí que me va tan bien la monotonía y la rutina, a mí que me gusta saber que la semana próxima será igual que esta, a mí que me incomoda la incertidumbre, me toca vivir cambios apenas iniciado el año.

Cambios en el trabajo, pues el acceso de César San Martín a la presidencia del Poder Judicial ha traído nuevos aires. También hay nuevo presidente de la Corte de Lima, que está en la onda de San Martín. Comenzaron bien echando al gerente general, Suero, y a cinco de sus gerentes favoritos. Todo el mundo sospecha que si investigan a ese grupo encontrarán más perlas que en un cofre pirata. Yo también lo creo. Ojalá les investiguen.

Cambios en el trabajo, pues algunos de mis compañeros son jueces ahora. En la tónica de los cambios, han encontrado quién los recomiende y ya está. Tienen dos años para hacerlo bien y tratar de quedarse, que cuando entren nuevas autoridades auparán a su propia gente, y los tendremos de vuelta por estos lares.

Y en cuanto a mí, pues me ha llegado una propuesta que debería aceptar: una asesoría en Iquitos por un sueldo que casi dobla lo que gano aquí. Suena bien, y me iría de buena gana, pero Evelyn no quiere que renuncie ni por todo el oro del mundo; le gusta "la seguridad" del PJ. Seguridad que, dicho sea de paso, yo no tengo problemas en mandar al traste por mejoría económica. ¿Debería ir? No podría ver a mis hijos y tampoco es cosa de gastar medio sueldo en boletos de avión todas las semanas porque sería como ganar lo mismo que aquí. Venir una vez al mes... ¿esa es forma de ver crecer a tus hijos? Pero me gustaría ir. ¿Y si me voy de todos modos? ¿Si reto a Eve y me voy?

¿Y si me fuera tan bien que logro establecerme allí? ¿volvería a vivir con mis hijos? Por el contrario, si fracaso  y tengo que volver, ¿podría volver?

¿Y por qué no inicio algo acá? Sí que lo intenté. Intenté poner oficina por lo menos tres veces en los últimos tres años, y las tres veces no pude ni cubrir costos. Es que es difícil; no puedo dedicarme al Poder Judicial y a mi oficina al mismo tiempo. Pero no se equivoquen, seguiré intentando diez, cien, mil veces más. La de Iquitos es una oportunidad dorada, y la estoy dejando ir solamente porque mis hijos se quedarán aquí. Eso me tiene desazonado, y aunque trato de pensar con cabeza fría, la idea de irme contra viento y marea me tiene ansioso. Hablar de nuevo con Eve es hablar con la pared. No va a querer, ya dijo su última palabra.

Y aunque yo no he dicho la mía, es cierto que cuando la diga uno quedará descontento, parece que cuando la diga, el precio será alto.

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