martes, 14 de febrero de 2012

Lectura: Maldita Ternura (Beto Ortiz)

Beto Ortiz es un periodista que tiene la enorme capacidad de escribir muy bien. Pero muy, muy bien. Sus crónicas de los años noventa que publicaba en Somos son en verdad una lectura obligatoria para quienes pretendan escribir cualquier cosa que se publicará. Por desgracia sus incursiones en TV nos han privado muchas veces del cronista sin rival que es, no se le puede culpar, claro, porque de escribir en diarios no se puede vivir en Perú.

Maldita Ternura es su primer libro. Sin embargo, llamarla novela es un poco forzado. Es cierto, hay una historia más o menos armada que narra el ascenso del protagonista -llamado Beto Ortiz- desde su puesto de reportero estrella pero misio de un noticiario dominical hasta la fama local como conductor de un programa de TV propio. En el camino el protagonista se dedica a seducir "pirañas" de una casa de rehabilitación ad-hoc, y les hará sus amantes. La predilección por uno de ellos, apodado El General, le llevará a una confrontación con la directora de la casa, también amante del susodicho "General", desembocando todo en un escándalo por pedofilia.

Sin embargo, es difícil leer el libro sin identificar claramente a los personajes con otros vigentes en la farándula local. Ello hace que la trama se pierda y la lectura se convierta en una involuntaria asistencia a chismes que invariablemente dejan mal parado al retratado.

El argumento principal se intercala con pequeñas historias de personajes que, sin tener conexión con la trama principal, tienen alguna relación con el protagonista Beto Ortiz y le hacen testigo de algo. El problema es que al conocer por medio de la lectura del libro ese 'algo' no podemos dejar, en virtud de la identificación de los personajes del libro con los de la farándula, de vincularlo con éstos.

Entonces, en realidad asistimos a la venganza del autor Beto Ortiz de sus enemigos por medio de su personaje Beto Ortiz. Y vaya que los destroza. Una vez que renunciamos a tratar el libro como una novela y nos damos sin empacho al juego que el autor propone (pero sin pacatería de viejas), realmente se disfruta del uso magistral del castellano que hace el autor, pródigo en retratar el habla coloquial de los personajes (periodistas que se codean con los bajos fondos de la ciudad) y el habla lumpen de los 'pirañas'. Una lección de castellano y de cómo escribir usando la bilis como tinta. Una venganza en toda regla. Una liberación. Buena.

Una sentencia

Yo estaba en mi silla prestada -hasta ahora no me dan una nueva-, leyendo. Llamó a la puerta Marjorie, La doctora quiere hablar contigo. ¿Qué será? Hacía tres meses que dejé la Secretaría de Mesa de Partes que me encomendaron..., es posible que el cuaderno de extradición que tramité haya regresado con alguna observación, pensaba, mientras subía las escaleras. Buenos días, doctora, ¿me mandó llamar? Sin medias tintas me dijo, Necesito relator, ¿le interesa? Me repuse al instante de la sorpresa, agradecí de inmediato y respondí que debía hablar antes con mi jefa. Hable ahora o hablo yo. Bajé al piso dos, Doctora, ¿puedo hablar con usted? Hola Julio, pasa. Me acaban de ofrecer la Relatoría de la Cuarta. ¿Y tu quieres aceptar? Es una oportunidad. Yo que tú acepto, vas a demostrarte a ti mismo lo que sabes, además relatorías no se ofrecen así nomás; de mí tienes todo el apoyo. Listo. Comienzas ahora mismo.

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A mí estas cosas del amigo secreto como que no me van. Por mí no hubiera participado, pero las chicas me han dicho que las doctoras sí participan y que el relator también debe participar. ¿Debe? Vaya un demonio, pero vamos, todavía no llevo un mes y no hay que ser mala gracia. Me ha tocado un chico al que casi no conozco, Manuel, ¿qué demonios le compro? El domingo me paso en Larcomar buscando un regalo, algo que todavía no sé qué es. Había una agenda de Mafalda, está bonita, me la compraría para mí más bien. Y el almuerzo es mañana.

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Me encontré con el tremendo lío de Rómulo León en la Relatoría. No bien me presentaron ya tenía encima a los servidores de Control Interno pidiendo tomos, sacando copias, haciendo preguntas. Yo recién asumí el cargo, doctor. Por lo menos hoy, mi primer día, esta excusa me los quita de encima. Chicos, ¿cuál es el despacho pendiente? Hay que tenerlo listo para mañana, me llama la doctora. Yo le digo, doctor, me dice con el tono expeditivo que le conocen, que usted no va a ser bienvenido aquí. A usted le nombro yo, como presidenta que soy, y esa es mi decisión. Pero a las otras dos doctoras no les ha caído bien..., cada una tiene sus preferencias y me quieren imponer su relator, pero yo le nombro a usted. Ándese con cuidado. Ahora vamos, le voy a presentar.

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El almuerzo de Navidad comenzó tarde pero estuvo rico. Y comenzó tarde porque el Mapache Gordo, procesado por corrupción, llegó tarde a la audiencia e hizo un escándalo cuando la suspendieron. Toda la prensa está afuera y no es el caso que nos vean en el chifa. Arroz chaufa, tallarines, pato asado (mi favorito), cerdo con algún tipo de hongos. Dos vocales al centro de la mesa y la tercera, Quistococha, al extremo, con sus asistentes. Ninguno de los tres participa en el amigo secreto y se irán luego de comer, el intercambio será al final. Mi regalo no salió de Larcomar sino de una tienda por departamentos, es un cinturón que me gustó mucho, vaya yo a saber si le gustará a Manuel. Tengo por si las dudas un ticket de cambio, ¿se lo doy o no?

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Doctora, le vengo a presentar al doctor aquí presente -dijo la Presidenta a la doctora Lesi-, va a asumir la Relatoría. Una mirada de desconfianza sin disimulo se cruzó con la mía, ya prevenida. Tenía calor pero llevaba el terno con el mayor aplomo posible. La doctora Lesi me preguntó a quemarropa, ¿Y usted ha sido relator antes? Nunca digas la palabra "no" en una respuesta. Hasta hoy he trabajado en la Relatoría de la Primera Sala y tengo bastante experiencia en esa área. Ya no preguntó más, quizá porque no oyó el "no" que esperaba. Sigue la doctora Quistococha, la tercera vocal: El doctor aquí presente va a sumir la Relatoría en reemplazo de Yudit, le vengo a presentar. La mirada de la doctora Quistococha era de franca hostilidad: ni siquiera me saludó, directamente habló a la Presidenta: Doctora, creí que iba a considerar otras opciones. No doctora, yo he nombrado al doctor aquí presente.

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La sala de audiencias de la Base Naval del Callao es un lugar feo. Allí había citado la Sala al Mapache Gordo, ex parlamentario por el partido del nipón encarcelado por asesino y por corrupto para leerle su sentencia. El Mapache Gordo estaba procesado, cómo no, por corrupción. Habíamos llegado algo tarde pero las magistradas ya estaba en la sala de deliberaciones con la sentencia. Todo estaba preparado..., pero las vocales no salían. ¿Ya salen? No sé. ¿Por qué demoran, no tienen la sentencia lista? Sí la tienen, pero no sé porqué demoran. Finalmente, salen las magistradas, pero con unas caras agrias, expresiones contrariadas, ha de ser por la prensa. Han demorado casi veinte minutos. Se inicia la lectura de la sentencia.

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Dónde me fui a meter, doctora. Resulta que las vocales están más o menos peleadas entre ellas. Sí, yo sabía algo de eso. Y por qué no me dijo, pienso. Qué habrá pasado, no lo sé. Ahora, doctora, voy a estar en el medio de sus disputas, pero yo me apoyaré en la Presidenta, que es quien me ha nombrado y por.... No, no, -me interrumpió-, tú te tienes que apoyar en las tres porque tú eres el relator de la Sala, no de la presidenta; tú tienes que ser neutral con las tres porque si no no vas a poder trabajar. Mire, doctora, mi primer día y de lo que me vengo a enterar.

(continuará)

jueves, 2 de febrero de 2012

¡Al fin uno!

El diario español El País (a cuya lectura diaria me dedico hace varios años y que recomiendo a todos los lectores entusiastas de Trome y otros pasquines como ese) ha publicado ayer un nuevo post del escritor peruano Iván Thays, en el que comenta el nuevo libro de Gustavo Rodríguez, si quieres leerlo, haz clic aquí, pero ese no es el motivo de mi comentario, sino el siguiente:

Haciendo un alto al tema de su entrada, Thays confiesa que hace una pataleta al afirmar que es de los pocos que "detesta la burbuja de aire que llaman el boom de la gastronomía peruana". Bien dicho y apoyo esa moción. Tampoco cree el autor que nuestra comida sea la mejor del mundo, como gustamos los peruanos de afirmar utilizando el mismo criterio que usamos para decir que nuestra mamá, y no la del vecino, es la más linda del mundo. Más bien le parece que nuestros potajes son "un petardo de carbohidratos al cubo" que los nutricionistas deberían prohibir. También apoyo eso. Y estoy completamente de acuerdo en la idea de que necesitamos el reconocimiento extranjero para sentir respeto por nosotros mismos. No se entiende de otro modo la afirmación unánime de que un cebiche es mejor que cualquier otra cosa en el mundo sin haber probado antes una buena muestra de comida de otro lares (y por otros lares no me refiero a haber ido cinco días a Miami).

En algún lugar leí que para acabar con nacionalismos y chauvinismos no hay mejor remedio que viajar y ver que allá afuera hay mundos de variedad, otras formas de ver las cosas y de enfrentar la vida.., o de comer, para no salirnos del tema. Mientras no tengamos con qué comparar, es mucha pechuga decir que somos los mejores del mundo en cocina, si nos falta mucho para ser siquiera conocidos en el mundo (tacos y sushi hay en todos lados, pero no causa ni anticuchos).

Bien Thays, me gusta la gente que no se conforma con repetir lo que dice todo el mundo.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Lectura: Sudor

Enero sí que he estado flojo en el blog. Se debe a que me he dedicado a leer más que de costumbre, así que hoy postearé mis impresiones sobre un libro que encontré al cómodo precio de 9.90 soles. Sí, ya sé que anteriormente me llevé un chasco, pero en este caso era de mi querido autor brasilero Jorge Amado; el librito se llama Sudor.

Editada en 1934, esta obra es distinta a sus consagradas novelas. Narra en capítulos cortos, en párrafos casi sueltos la vida de la ladera del Pelourinho, uno de los barrios más pobres de Bahía, donde la gente convive con cucarachas y ratas en medio de la miseria absoluta, miseria que, sin embargo, no les hace perder la alegría.

Amado narra, como he dicho, fragmentos que al principio parecen no tener entre ellos una línea conductora, pero que al final, como un rompecabezas, van dando forma a un cuadro desgarrador que muestra los sufrimientos y la lucha por sobrevivir de personajes marginales y olvidados: mendigos, prostitutas, vagabundos, cargadores, lavanderas, vendedores, costureras y tuberculosas, todos inquilinos de cuartuchos pequeños, oscuros e insalubres de un edificio. Pero al mostrar esa lucha diaria por sobrevivir el cuadro también nos muestra la alegría, solidaridad y esperanza de los personajes, y acaba así por ser también tierno y conmovedor en su conjunto. Toda una obrita maestra.

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