lunes, 21 de junio de 2010

Días de fútbol

Aunque hace 15 años no pateo una pelota, a mí me gusta mucho el fútbol.  No el peruano, por supuesto, que esa mediocridad -manifestación deportiva de la mediocridad nacional, dicho sea de paso, lo mismo que nuestros congresistas en la política- es insufrible para mí.

Y en estos días de Mundial mi atención también -como la de medio mundo- está en Sudáfrica.  Y me da gusto ver que la falacia de los "cracks" no es más que eso, una falacia.  Ocurre que, al futbolista talentoso, la prensa llama "crack", "genio", "fenómeno" y una larga lista de calificativos más.  La publicidad y la mercadotecnia, la televisión y los periodistas hacen el resto.  Todo éste cóctel con el tiempo han empujado los pases y sueldos en Europa hasta niveles obscenos, exorbitantes.  En consecuencia, la gente común tiene que un buen jugador de fútbol es prácticamente un semidiós capaz de todo, un ídolo admirado por todas las esferas de la sociedad, al punto que se considera un honor estar cerca de uno.  Y los futbolistas con talento -millonarios, por lo demás- contribuyen a alimentar esa aura, ¿y por hacer qué? Por jugar fútbol.

¿Cómo ocurrió esto?  Más que cómo, la pregunta es cuándo: cuando la FIFA descubrió en la publicidad una fuente prácticamente inagotable de ingresos.  Pero me estoy desviando del tema.

Decía que me da gusto que se derrumbe esta falacia.  Los equipos llegaron con distintos niveles de favoritismo, basados en el número de 'estrellas' que tenían en sus filas y en el 'valor del equipo', o sea, la suma de todos los pases en el mercado europeo.  Naturalmente, las 'estrellas' y selecciones europeas "valían" más que las sudamericanas o las asiáticas.

Pero todos estos héroes de folletín se han derrumbado en Sudáfrica.  Y resulta que auspicios millonarios y mercadotecnia aplastante se van al diablo cuando un equipo de súperestrellas demuestra su ordinaria normalidad y empata (o peor, cae) ante otro que es, según esta misma visión estúpida, inferior.  Ejemplos, Italia, Inglaterra, España y Francia por un lado, y Paraguay, Argelia, Eslovenia y Nueva Zelanda por otro.

¿De veras el valor de 23 personas jugando juntas se puede cuantificar en euros?  Tristes épocas en que vivimos.

Si este Poder Judicial es...

Oficio Circular N° 005-JS-SJPE-CSJL-PJ, remitido por la Oficina de Seguridad, que comunica que la ejecución de un simulacro de evacuación inopinado, realizarse en día y hora "por coordinar".

¿No era inopinado?, ¿para qué miércoles avisan con oficio entonces?

sábado, 19 de junio de 2010

Saramago ha muerto

Ayer ha muerto José Saramago, a los 87 años, y no puedo ocultar mi pena por el gran escritor.  Pocos hombres como él, que han defendido con tanto ahínco la libertad y la dignidad del ser humano. Y pocos, muy pocos, de una obra tan importante.



Yo descubrí a Saramago en la universidad, cuando di por casualidad con un fragmento de su libro "Cuadernos de Lanzarote", donde cuenta que leyó en el diario que un congresista peruano iba a presentar una ley para privatizar las zonas arqueológicas.  Él reaccionó así:
"A mí me parece bien. Que se privatice Machu Picchu, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina, que se privatice el Partenón, (...) que se privatice el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, que se privatice la Cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño sobre todo si es diurno y con los ojos abiertos. Y finalmente, para florón y remate de tanto privatizar, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo... Y, metidos en esto, que se privatice también la puta que los parió a todos". 

Esto me llevó a buscar sus libros, y me encontré con una obra fantástica, rica, auténtica, que partiendo de premisas en apariencia absurdas nos hacen ver la fragilidad de nuestra existencia.  Ahí están "La Balsa de Piedra" -la península ibérica se desprende de Europa y se desplaza hacia el sur, ocasionando reacciones increíbles en la gente-; "Ensayo sobre la ceguera" -inexplicablemente todos -excepto una mujer- se vuelven ciegos, y eso hace que la gente vuelva a comportarse como salvajes-; e "Intermitencias de la muerte" -de pronto, la gente deja de morir, pero sigue envejeciendo.

Era también ateo confeso y anticlerical empedernido, y siempre tuvo el látigo listo contra el Vaticano, que tampoco se ahorraba ataques a Saramago, lo que le granjeó no pocos pleitos con la Iglesia Católica y aun con su propia patria, de la que se autoexilió en 1993 a raíz del veto que sufrió su maravillosa novela "El Evangelio según Jesucristo".  Aindamáis, su última novela, "Caín" ha provocado la protesta de la iglesia, pero no puedo hablar de ella pues no la he leído.

Una persona sosegada y tranquila encerraba a un autor incómodo, iconoclasta, rebelde, un espíritu libre y una mente fecunda, que publicó hasta el final en su blog.  En estos tiempos difíciles, se te va a extrañar.

Hasta siempre, José.

martes, 15 de junio de 2010

Lectura: La guerra del fin del mundo

Vale, que la sección literaria de este modesto blog ha estado descuidada últimamente.  Pues es un fiel reflejo de mi descuido en la lectura también.  La verdad es que me he estado robando horas a mí mismo, y las que dedicaba a leer han sido usurpadas y usadas en otras ocupaciones.  Por eso me he demorado en leer "La guerra del fin del mundo", de Mario Vargas Llosa.

Releer, más bien, porque hace ya unos ocho años leí la historia de Antonio El Consejero, un fanático que predicaba en el sertón bahiano en próximo fin del mundo -que ocurriría en 1900-. Esta prédica de pueblo en pueblo, realizada a lo largo de unos 20 años, acarreó al Consejero gran cantidad de seguidores, gente miserable, yagunzos, cuando no bandidos.  Con ellos, El Consejero fundó Belo Monte, lugar elegido para vivir según las enseñanzas del Buen Jesús, dichas a través de los consejos que cada tarde impartía el Consejero.  El problema era que Belo Monte se ubicaba en Canudos, propiedad del hacendado más rico y poderoso de Bahía, el barón de Cañabrava.

Este argumento, sencillo en apariencia, da lugar a una de las más grandes novelas de Vargas Llosa, gran exponente de la novela totalizante, que Mario había dejado luego de publicar "La Casa Verde" y "Conversación en La Catedral", para centrarse en novelas de estructura -digamos- más sencilla: "La Tía Julia y el escribidor" y "Pantaleón y las Visitadoras".

La novela narra la prédica de Antonio el Consejero, la situación política de Bahía y de los políticos que luchan por el poder, monarquistas y republicanos, pero también la condición de los habitantes del sertón bahiano a través de los bandidos, asesinos, comerciantes y mujerzuelas que se convertirán en seguidores del Consejero nada más con oír su prédica.

Con el fin de recuperar su propiedad, el barón de Cañabrava hace enviar una patrulla a capturar al Consejero, pero regresa diezmada por el sertón, el hambre y los bandidos ahora convertidos en santos.  Ante ello, envía un batallón, que es sorprendido a media noche y puesto en fuga por los sertaneros y yagunzos de Canudos.  La tercera expedición militar es comandada por Moreira César, jefe del Séptimo Regimiento, el mejor cuerpo del Ejército del Brasil, cubierto de gloria en la Guerra del Paraguay.  Cada una de estas expediciones es interpretada por el Consejero y sus seguidores como la guerra del fin del mundo, y pelean con fiereza.  De modo que también es derrotado el Séptimo Regimiento.  Finalmente, un ejército de unos cinco mil hombres logra derrotar a los fanáticos de Canudos.

Naturalmente, toda esta narración se da en distintos tiempos, desde diferentes puntos de vista, y siempre sin dar respuesta a la gran pregunta que se hacen los propios protagonistas, ya recordando los hechos de Canudos: ¿cómo fue posible?

Una gran novela, sin duda.

miércoles, 2 de junio de 2010

Hardware y Software

Ayer cogí un taxi.  En realidad, todos los días tengo que utilizar taxis, y tengo predilección por los autos nuevos, que ahora abundan merced al crédito y al gas, pues si pagaré por transporte, que sea en auto nuevo.  Decía que ayer cogí un taxi, y éste tenía una pantalla que ocupaba toda parte posterior del apoyacabezas del copiloto y que mostraba a todo volumen tiras comerciales. Me pareció simpático, hasta que comprobé que la pantalla de marras no se puede apagar, apenas bajar el volumen que revienta los tímpanos.

- No, pe.  Ese es el chiste-, dice el taxista.

Imposibilitado de aprovechar el taxi para leer un poco o para usar el iPod por el ruido, me vi sometido a la repetición interminable de seis comerciales, en las que se me ofrecían hasta toallas higiénicas, y pensaba que, haciendo un símil con una computadora, hay que diferenciar en nuestro compartamiento el hardware y software.

Mejoramos el hardware, hay infraestructura nueva, vehículos nuevos, la tecnología tiene alta penetración -al menos en Lima-, los teléfonos touch screen marcan la moda, pero seguimos sin mejorar el software, lo de adentro, lo que de veras tiene valor. Así, la gente sigue haciendo pichi en los parques, sigues siendo víctima de cada animal al volante, o te endilgan publicidad que no has pedido ni quieres y contra la que no puedes hacer nada más que rogar pronta llegada a tu destino.  Y así, mejorando la cáscara mientras la pulpa es la misma, no mejoramos.

Imbecilidades

De vez en cuando estoy sin humor para aguantar pulgas.  Hoy, que prometía ser ocupado y tranquilo -y no es una contradicción-, trocó de repente en un mal día.  Y en este estado, con la chicha caliente, doy un repaso a la prensa, sólo para comprobar que en esta tres veces coronada villa la gente sencillamente se caga en el resto.  Y se caga no con concha, sino demostrando estulticia, falta de tino, idiotez, imbecilidad.

Un caso. Fiorella Cayo, una actriz cabeza hueca, arrolló a una policía por no recibir la papeleta y fugó, pero dejando todos sus documentos con la misma policía, en un claro ejemplo de la más sublime imbecilidad.  Hoy ha salido su mamá a decir que no era así, sino de otro modo.  No dijo cuál.  ¿Su mamá? ¿Tiene 10 años? Depende.  Intelectualmente, yo creo que sí.

En otro caso, alcaldes con más ambición por reelegirse que vergüenza pugnan por volver al PPC, luego de haberlo abandonado sin pena para colgarse de la efímera popularidad de Alex Kouri.  Y ahora, que, en vez de votantes, aumentan las denuncias de traperías de este asiduo visitante del SIN, los hijos idos del PPC claman disculpas, viendo ya que con Kouri no van a repetir sus alcaldías, con lo que se verifica que el deporte más popular del país no es el fútbol, sino el cambio de bando según la conveniencia. Sólo que hasta para traicionar son imbéciles, visto que luego vuelven con el rabo entre las piernas.

Así, es casi imposible para mí dejar de pensar que el embrutecimiento de la gente de esta capital es un proceso crónico y avanzado, de la que sólo el aislamiento relativo me puede salvar. Leer, oír música culta, ver buen cine (pirata, eso sí, porque no hay alternativa) utilizar la red para acceder a publicaciones que no llegan a Lima, no ver televisión local, no leer la prensa local, no sintonizar radios limeñas; todos son medios válidos para escapar de la vorágine de Lima, del remolino que poco a poco te arrastra al centro, donde confluye lo chabacano, lo vulgar, lo chicha, la cultura del vivo que tanto aborrezco.

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