sábado, 19 de junio de 2010

Saramago ha muerto

Ayer ha muerto José Saramago, a los 87 años, y no puedo ocultar mi pena por el gran escritor.  Pocos hombres como él, que han defendido con tanto ahínco la libertad y la dignidad del ser humano. Y pocos, muy pocos, de una obra tan importante.



Yo descubrí a Saramago en la universidad, cuando di por casualidad con un fragmento de su libro "Cuadernos de Lanzarote", donde cuenta que leyó en el diario que un congresista peruano iba a presentar una ley para privatizar las zonas arqueológicas.  Él reaccionó así:
"A mí me parece bien. Que se privatice Machu Picchu, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina, que se privatice el Partenón, (...) que se privatice el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, que se privatice la Cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño sobre todo si es diurno y con los ojos abiertos. Y finalmente, para florón y remate de tanto privatizar, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo... Y, metidos en esto, que se privatice también la puta que los parió a todos". 

Esto me llevó a buscar sus libros, y me encontré con una obra fantástica, rica, auténtica, que partiendo de premisas en apariencia absurdas nos hacen ver la fragilidad de nuestra existencia.  Ahí están "La Balsa de Piedra" -la península ibérica se desprende de Europa y se desplaza hacia el sur, ocasionando reacciones increíbles en la gente-; "Ensayo sobre la ceguera" -inexplicablemente todos -excepto una mujer- se vuelven ciegos, y eso hace que la gente vuelva a comportarse como salvajes-; e "Intermitencias de la muerte" -de pronto, la gente deja de morir, pero sigue envejeciendo.

Era también ateo confeso y anticlerical empedernido, y siempre tuvo el látigo listo contra el Vaticano, que tampoco se ahorraba ataques a Saramago, lo que le granjeó no pocos pleitos con la Iglesia Católica y aun con su propia patria, de la que se autoexilió en 1993 a raíz del veto que sufrió su maravillosa novela "El Evangelio según Jesucristo".  Aindamáis, su última novela, "Caín" ha provocado la protesta de la iglesia, pero no puedo hablar de ella pues no la he leído.

Una persona sosegada y tranquila encerraba a un autor incómodo, iconoclasta, rebelde, un espíritu libre y una mente fecunda, que publicó hasta el final en su blog.  En estos tiempos difíciles, se te va a extrañar.

Hasta siempre, José.

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