viernes, 13 de agosto de 2010

Los días breves

A mí nunca me gustaron las despedidas.  Es más, prefiero no despedirme de nadie e irme sin más, aunque parezca maleducado. No hablo del chau que se dice al ir a trabajar, sino de las despedidas que cierran un ciclo de tu vida.  He tenido algunas: cuando me fui de la pensión en que viví dos años, o cuando tía Yolanda se iba a morir y todos se despedían, todos menos yo (para qué, pienso), si hasta soy ajeno a la costumbre de voltear y hacer adiós antes de abordar un avión.

Y el ciclo más importante que cerré sin despedida fue el 8 de enero de 1996.  Ese día dejé Pucallpa y vine a vivir a Lima, para hacer la universidad.  No me di cuenta en ese momento que dejaba entorno, amigos, recuerdos y vivencias y, sobre todo, mi casa.  Todo cuanto era había sido tomado de allí, y lo dejé sin más. No me di cuenta tampoco del agujero que dejaba en mi casa, ni de la pena resignada que causaba a mi padre, a mi madre; recién veo porqué hasta ahora mi cama sigue en su lugar, mi mesa, mi reloj de pared.

No me ayuda a superar la nostalgia de esa casa el hecho de que en Lima hayamos vuelto a vivir juntos de nuevo.  Ya no éramos chicos, no era la casa, no es lo mismo. ¿Me sentiría mejor si me hubiese despedido dejando ver todo lo que sentía en ese momento?  La pena, la sensación de desarraigo, la curiosidad y sobre todo, el temor ante lo desconocido se quedaron dentro de mí al momento de la partida y los conjuré solito en Lima.  Un abrazo desganado a mi madre, que se moría de tristeza en el aeropuerto fue todo. Y me metí al avión sin hace el adiós que todos hacen.

¿Tendría nostalgia de mi casa, tal como la dejé en 1996, si hubiera sido de otro modo? Nunca lo sabré. En Lima hice la universidad, una maestría, tuve hijos, vivo y trabajo aquí y regresar está tan lejos; de todos modos, no puedo volver a la casa que dejé en 1996, ella está congelada tiempo y no volverá..., yo añoro aquellos días en que todo era fácil, días breves, y el tiempo que pasa no hace más que definir sus contornos y mostrarme que fueron en verdad los mejores días... Si ese 8 de enero hubiese sabido que no iba a volver, habría dicho algunas cosas, habría abrazado a algunas personas, habría volteado antes de entrar al avión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog