Vamos a imaginar en una
timeline 10 años de mi existencia. Imaginemos que un día el Poder Judicial tiene el desatino de contratarme, dizque porque mi currículum me hacía idóneo para el puesto en un juzgado anticorrupción. Mentira, fue vara. Pero, vamos, ya estoy adentro. Así fue que comenzé a trabajar en el sistema que juzgaba por corrupción al mismo diablo, o sea, a Vladi, y a todos los que olían a azufre por juntarse con él.
Imaginemos luego que en mi puesto tengo que trabajar con cierta señorita, bien mirada por unos que le veían las tetas, mal vista por quienes se las envidiaban. Yo la miraba bien, con leve desencanto cuando supe que no era toda hija de Natura, sino que un cirujano plástico echó mano en su anatomía. Al cuerno con eso, se veía bien, además de mirar no pasaba ni quería pasar. Por otro lado, la señorita bien mirada por unos y mal vista por otros era amante de un vocal que venía con viada. As usual.
Imaginemos que unos años después la señorita bien mirada por unos y mal vista por otros ganó puesto de fiscal. Y, casualidades de la vida, yo también cambié de puesto: me trasladaron a la Sala Penal que era la instancia superior del juzgado que me contrató. Para ser exactos y no faltar al rigor de mi imaginación, he de decir que me confinaron a la ventanilla de la Mesa de Partes de la Sala.
E imaginemos que para atender la creciente carga de expedientes crean otra Sala Penal allí donde había una. Haciendo gala de imaginación las nombraron Sala A y Sala B.
Ahora hagamos un ejercicio exhaustivo de imaginación para lograr la siguiente imagen: la señorita bien mirada por unos, mal vista por otros, ahora fiscal, amante del vocal con viada, es hija de un uniformado que tuvo algunos cumbusbés con el diablo, o sea que parecía oler a azufre, pero se lo tenía guardadito. Houston, we have a problem. La señorita bien mirada por unos y mal vista por otros supo, quién sabe cómo, de la denuncia. La defensa antimisiles ya estaba lista, pero por si las dudas, el papito puso pies en polvorosa.
Esta denuncia, imaginemos, justo fue a caer en manos de un reverendo calzonudo, cosas del sistema aleatorio que nadie, absolutamente nadie puede engañar con el simple detalle de ingresar los datos el lunes en vez del viernes. Y el auto fue, unexpected, un "no ha lugar". Imaginemos que apelan y que el cuaderno llega a las manos de este servidor, titular de la ventanilla y quien debía decidir si iba a la Sala A o a la Sala B. Tableau!, como dicen los franceses.
Imaginemos que recibo el cuaderno y también, casi de inmediato, una llamada (Vamos a imaginar que tengo un nombre bonito, a ver, a ver, imaginemos que me llamo Julito):
- Aló, ¿Julito?- Era la señorita bien mirada por unos y mal vista por otros.
- A los tiempos.
- Me dicen que te han llevado un cuaderno, creo que es el 14.
- Sí.
- ¿Y a qué Sala lo vas a mandar?
- A la "A".
- ¿Cómo así? O sea, es que ahí..., yo no tengo nada con las doctoras, ¿no?, pero ellas éstán predispuestas, ya tienen una cosa en la cabeza y meten a todos en el mismo saco, a veces injustamente, ¿no?
- Eso dicen, ¿no?
- No, sí, son así..., mira Julito, yo necesito que mandes eso a la Sala B, ahí la doctora..., este..., la morenita, ay, no me acuerdo su nombre, tiene un razonamiento más abierto, ¿entiendes, no?
- No mucho.
- ¿Qué criterios se usan para mandar las cosas a una sala o a otra?
- La fecha.
- ¿Y quién controla eso?
- Yo.
- ¿Tú? Sí, ya me habían dicho eso.
- ¿Y nadie te controla?
- Bueno, la encargada de controlarme es tu yunta, mi jefa, pero no sabe el sistema.
- ¿O sea que puedes mandar algo por error y no se dan cuenta?
- No, no se dan cuenta, si no saben.
- Entonces puedes mandar el 14 a la B?
- No, no puedo.
- ¿Por qué?
- Porque no, le toca a la A.
- Pero mira, en este caso está mi papá.
- Sí, ya sabía eso.
- Entonces con más razón, pues, si somos amigos de años, Julito. Es simple, ya Coco me hizo el favor con el no ha lugar, ahora falta confirmarlo; mi papá no tiene nada que ver aquí, él no es corrupto, lo que pasa es que justo ha coincidido su carrera con el gobierno, por eso están metiendo a todos.
- ¿O sea no tiene nada que ver él?
- Nada de nada.
- Ya pues, entonces la Sala va a confirmar al toque.
- Es que ahí vienen las doctoras, pues, ellas son muy cuadriculadas, muy cerradas, ¿entiendes?
- No mucho.
- ¿Pero puedes mandarlo a la B?
- No, no puedo.
Esa fue la última vez que hablé con la señorita bien mirada por unos y mal vista por otros, fiscal, ahora dignísima esposa del vocal que ya no es vocal, pero conserva la viada. La apelación fue a la Sala A, que igual confirmó el no ha lugar, pero a mí la señorita de marras me cortó el habla. Y yo que la veían tan bien. No importa, no eran de verdad, se las hizo el cirujano.