El diario español El País (a cuya lectura diaria me dedico hace varios años y que recomiendo a todos los lectores entusiastas de Trome y otros pasquines como ese) ha publicado ayer un nuevo post del escritor peruano Iván Thays, en el que comenta el nuevo libro de Gustavo Rodríguez, si quieres leerlo, haz clic aquí, pero ese no es el motivo de mi comentario, sino el siguiente:
Haciendo un alto al tema de su entrada, Thays confiesa que hace una pataleta al afirmar que es de los pocos que "detesta la burbuja de aire que llaman el boom de la gastronomía peruana". Bien dicho y apoyo esa moción. Tampoco cree el autor que nuestra comida sea la mejor del mundo, como gustamos los peruanos de afirmar utilizando el mismo criterio que usamos para decir que nuestra mamá, y no la del vecino, es la más linda del mundo. Más bien le parece que nuestros potajes son "un petardo de carbohidratos al cubo" que los nutricionistas deberían prohibir. También apoyo eso. Y estoy completamente de acuerdo en la idea de que necesitamos el reconocimiento extranjero para sentir respeto por nosotros mismos. No se entiende de otro modo la afirmación unánime de que un cebiche es mejor que cualquier otra cosa en el mundo sin haber probado antes una buena muestra de comida de otro lares (y por otros lares no me refiero a haber ido cinco días a Miami).
En algún lugar leí que para acabar con nacionalismos y chauvinismos no hay mejor remedio que viajar y ver que allá afuera hay mundos de variedad, otras formas de ver las cosas y de enfrentar la vida.., o de comer, para no salirnos del tema. Mientras no tengamos con qué comparar, es mucha pechuga decir que somos los mejores del mundo en cocina, si nos falta mucho para ser siquiera conocidos en el mundo (tacos y sushi hay en todos lados, pero no causa ni anticuchos).
Bien Thays, me gusta la gente que no se conforma con repetir lo que dice todo el mundo.
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