martes, 14 de febrero de 2012

Una sentencia

Yo estaba en mi silla prestada -hasta ahora no me dan una nueva-, leyendo. Llamó a la puerta Marjorie, La doctora quiere hablar contigo. ¿Qué será? Hacía tres meses que dejé la Secretaría de Mesa de Partes que me encomendaron..., es posible que el cuaderno de extradición que tramité haya regresado con alguna observación, pensaba, mientras subía las escaleras. Buenos días, doctora, ¿me mandó llamar? Sin medias tintas me dijo, Necesito relator, ¿le interesa? Me repuse al instante de la sorpresa, agradecí de inmediato y respondí que debía hablar antes con mi jefa. Hable ahora o hablo yo. Bajé al piso dos, Doctora, ¿puedo hablar con usted? Hola Julio, pasa. Me acaban de ofrecer la Relatoría de la Cuarta. ¿Y tu quieres aceptar? Es una oportunidad. Yo que tú acepto, vas a demostrarte a ti mismo lo que sabes, además relatorías no se ofrecen así nomás; de mí tienes todo el apoyo. Listo. Comienzas ahora mismo.

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A mí estas cosas del amigo secreto como que no me van. Por mí no hubiera participado, pero las chicas me han dicho que las doctoras sí participan y que el relator también debe participar. ¿Debe? Vaya un demonio, pero vamos, todavía no llevo un mes y no hay que ser mala gracia. Me ha tocado un chico al que casi no conozco, Manuel, ¿qué demonios le compro? El domingo me paso en Larcomar buscando un regalo, algo que todavía no sé qué es. Había una agenda de Mafalda, está bonita, me la compraría para mí más bien. Y el almuerzo es mañana.

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Me encontré con el tremendo lío de Rómulo León en la Relatoría. No bien me presentaron ya tenía encima a los servidores de Control Interno pidiendo tomos, sacando copias, haciendo preguntas. Yo recién asumí el cargo, doctor. Por lo menos hoy, mi primer día, esta excusa me los quita de encima. Chicos, ¿cuál es el despacho pendiente? Hay que tenerlo listo para mañana, me llama la doctora. Yo le digo, doctor, me dice con el tono expeditivo que le conocen, que usted no va a ser bienvenido aquí. A usted le nombro yo, como presidenta que soy, y esa es mi decisión. Pero a las otras dos doctoras no les ha caído bien..., cada una tiene sus preferencias y me quieren imponer su relator, pero yo le nombro a usted. Ándese con cuidado. Ahora vamos, le voy a presentar.

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El almuerzo de Navidad comenzó tarde pero estuvo rico. Y comenzó tarde porque el Mapache Gordo, procesado por corrupción, llegó tarde a la audiencia e hizo un escándalo cuando la suspendieron. Toda la prensa está afuera y no es el caso que nos vean en el chifa. Arroz chaufa, tallarines, pato asado (mi favorito), cerdo con algún tipo de hongos. Dos vocales al centro de la mesa y la tercera, Quistococha, al extremo, con sus asistentes. Ninguno de los tres participa en el amigo secreto y se irán luego de comer, el intercambio será al final. Mi regalo no salió de Larcomar sino de una tienda por departamentos, es un cinturón que me gustó mucho, vaya yo a saber si le gustará a Manuel. Tengo por si las dudas un ticket de cambio, ¿se lo doy o no?

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Doctora, le vengo a presentar al doctor aquí presente -dijo la Presidenta a la doctora Lesi-, va a asumir la Relatoría. Una mirada de desconfianza sin disimulo se cruzó con la mía, ya prevenida. Tenía calor pero llevaba el terno con el mayor aplomo posible. La doctora Lesi me preguntó a quemarropa, ¿Y usted ha sido relator antes? Nunca digas la palabra "no" en una respuesta. Hasta hoy he trabajado en la Relatoría de la Primera Sala y tengo bastante experiencia en esa área. Ya no preguntó más, quizá porque no oyó el "no" que esperaba. Sigue la doctora Quistococha, la tercera vocal: El doctor aquí presente va a sumir la Relatoría en reemplazo de Yudit, le vengo a presentar. La mirada de la doctora Quistococha era de franca hostilidad: ni siquiera me saludó, directamente habló a la Presidenta: Doctora, creí que iba a considerar otras opciones. No doctora, yo he nombrado al doctor aquí presente.

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La sala de audiencias de la Base Naval del Callao es un lugar feo. Allí había citado la Sala al Mapache Gordo, ex parlamentario por el partido del nipón encarcelado por asesino y por corrupto para leerle su sentencia. El Mapache Gordo estaba procesado, cómo no, por corrupción. Habíamos llegado algo tarde pero las magistradas ya estaba en la sala de deliberaciones con la sentencia. Todo estaba preparado..., pero las vocales no salían. ¿Ya salen? No sé. ¿Por qué demoran, no tienen la sentencia lista? Sí la tienen, pero no sé porqué demoran. Finalmente, salen las magistradas, pero con unas caras agrias, expresiones contrariadas, ha de ser por la prensa. Han demorado casi veinte minutos. Se inicia la lectura de la sentencia.

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Dónde me fui a meter, doctora. Resulta que las vocales están más o menos peleadas entre ellas. Sí, yo sabía algo de eso. Y por qué no me dijo, pienso. Qué habrá pasado, no lo sé. Ahora, doctora, voy a estar en el medio de sus disputas, pero yo me apoyaré en la Presidenta, que es quien me ha nombrado y por.... No, no, -me interrumpió-, tú te tienes que apoyar en las tres porque tú eres el relator de la Sala, no de la presidenta; tú tienes que ser neutral con las tres porque si no no vas a poder trabajar. Mire, doctora, mi primer día y de lo que me vengo a enterar.

(continuará)

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