Beto Ortiz es un periodista que tiene la enorme capacidad de escribir muy bien. Pero muy, muy bien. Sus crónicas de los años noventa que publicaba en Somos son en verdad una lectura obligatoria para quienes pretendan escribir cualquier cosa que se publicará. Por desgracia sus incursiones en TV nos han privado muchas veces del cronista sin rival que es, no se le puede culpar, claro, porque de escribir en diarios no se puede vivir en Perú.
Maldita Ternura es su primer libro. Sin embargo, llamarla novela es un poco forzado. Es cierto, hay una historia más o menos armada que narra el ascenso del protagonista -llamado Beto Ortiz- desde su puesto de reportero estrella pero misio de un noticiario dominical hasta la fama local como conductor de un programa de TV propio. En el camino el protagonista se dedica a seducir "pirañas" de una casa de rehabilitación ad-hoc, y les hará sus amantes. La predilección por uno de ellos, apodado El General, le llevará a una confrontación con la directora de la casa, también amante del susodicho "General", desembocando todo en un escándalo por pedofilia.
Sin embargo, es difícil leer el libro sin identificar claramente a los personajes con otros vigentes en la farándula local. Ello hace que la trama se pierda y la lectura se convierta en una involuntaria asistencia a chismes que invariablemente dejan mal parado al retratado.
El argumento principal se intercala con pequeñas historias de personajes que, sin tener conexión con la trama principal, tienen alguna relación con el protagonista Beto Ortiz y le hacen testigo de algo. El problema es que al conocer por medio de la lectura del libro ese 'algo' no podemos dejar, en virtud de la identificación de los personajes del libro con los de la farándula, de vincularlo con éstos.
Entonces, en realidad asistimos a la venganza del autor Beto Ortiz de sus enemigos por medio de su personaje Beto Ortiz. Y vaya que los destroza. Una vez que renunciamos a tratar el libro como una novela y nos damos sin empacho al juego que el autor propone (pero sin pacatería de viejas), realmente se disfruta del uso magistral del castellano que hace el autor, pródigo en retratar el habla coloquial de los personajes (periodistas que se codean con los bajos fondos de la ciudad) y el habla lumpen de los 'pirañas'. Una lección de castellano y de cómo escribir usando la bilis como tinta. Una venganza en toda regla. Una liberación. Buena.
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