De todas las personas a las que puedo fallar, tenía que ser a ti. Esta vez no lo pude solucionar. Es algo insignificante, ya sé, si siquiera merece la pena, pero era importante para ti y debía ser importante para mí. Voy a tratar de arreglarlo ahora.
De todas las personas a las que puedo fallar, tenía que que ser a ti. Pero es que no he tenido manera de evitar meterme en este hoyo. Sí, ya sé que no es un gran problema, ni siquiera es el gran hoyo que parece, en unos días estaré de nuevo a nivel, pero he debido prever que no iba a poder acudir cuando me necesitases, y aun así no he hecho nada. Entonces la falla es doble: por fallar y por no haberlo previsto.
A todas las personas me permito fallarles, y de hecho a todas he defraudado alguna vez, incluso a ti. La diferencia es que contigo no lo puedo superar tan fácil. Contigo lo tengo que reparar yo, no el tiempo. Defraudar al resto no me importa mucho. A todas las personas puedo fallar, pero no a ti, mamá.
lunes, 25 de octubre de 2010
viernes, 22 de octubre de 2010
No hay alcaldesa (2)
Hace veinte días se realizaron las elecciones y todavía no hay ganadora. La ventaja de Villarán sobre Flores en estas dos semanas se había mantenido en unos 39,000 votos, hacia la noche de ayer había disminuido a 21,430 y a esta hora es de sólo 7,844 votos. Yo deseo que Flores gane las elecciones, y me parece que así será porque ahora que los votos se pelean en los Jurados Electorales es donde un partido organizado muestra su valía.
Y vaya que el PPC lo es. Sus personeros, entrenados ya en elecciones pasadas, son duchos a la hora de hacer valer cada voto a su favor y tachar los adversos. Al contrario, FS es una agrupación formada por varias agrupaciones poco antes de los comicios, y ahora se ve la consecuencia de esa improvisación: sus personeros ni tienen experiencia ni son suficientes. Con una diferencia más holgada ello no hubiera sido posible, pero ya ven, el electorado lo quiso así.
Lo bueno, dentro de esta espera, es que las voces de fraude se han acallado, en gran medida porque las dos contrincantes expresaron en todo momento su confianza en la autoridad electoral. Bien por ello (aunque tengo para mí que la salida de Bayly del canal también contribuyó: enhorabuena porque sus alharacas monotemáticas ya me estaban cansando).
Y vaya que el PPC lo es. Sus personeros, entrenados ya en elecciones pasadas, son duchos a la hora de hacer valer cada voto a su favor y tachar los adversos. Al contrario, FS es una agrupación formada por varias agrupaciones poco antes de los comicios, y ahora se ve la consecuencia de esa improvisación: sus personeros ni tienen experiencia ni son suficientes. Con una diferencia más holgada ello no hubiera sido posible, pero ya ven, el electorado lo quiso así.
Lo bueno, dentro de esta espera, es que las voces de fraude se han acallado, en gran medida porque las dos contrincantes expresaron en todo momento su confianza en la autoridad electoral. Bien por ello (aunque tengo para mí que la salida de Bayly del canal también contribuyó: enhorabuena porque sus alharacas monotemáticas ya me estaban cansando).
lunes, 18 de octubre de 2010
Chile y sus 33
La semana pasada ha estado marcada por el famosísimo rescate a los 33 mineros chilenos. He de reconocer que también yo he estado atento a la tele para ver a los últimos mineros salir de su prisión subterránea. Bien por ellos, realmente es un logro extraordinario haberlos sacado vivos y bien de allí. Y eso me lleva a una pregunta que no he visto en ningún diario: ¿y si hubiera ocurrido aquí?
Chile tiene una de las legislaciones más duras respecto a la seguridad minera, y el presidente Piñera ha prometido endurecerlas aún más, en un esfuerzo para evitar que accidentes se repitan en el futuro. ¿Y aquí?
Se puede decir que no tenemos minas de esa profundidad, pero lo cierto es que estamos muy lejos de los chilenos. Nuestros estándares son laxos (en junio nomás unos 400 barriles de petróleo acabaron en el río Huallaga, y no he visto a nadie sancionado por ello), nuestras multas, irrisoriamente bajas con respecto a los estándares mundiales (Chinalco ha preferido pagar una multa por no pasar a sus trabajadores a planilla, porque era más barata que la planilla). Y nuestra Marina de Guerra no tiene la capacidad técnica de diseñar y construir en tan poco tiempo una cápsula similar a las Fénix de la Armada de Chile. La solidaridad de nuestra sociedad sin duda sería igual o mayor a la chilena, pero ¿sería bien utilizada?, ¿no están procesados muchos funcionarios que se apropiaron de las donaciones para los perjudicados por el terremoto de Pisco?
En fin, para qué seguir haciendo comparaciones que van a probar la desventaja en que estamos. De veras Chile nos lleva una ventaja enorme, muchos más que los 20 años que dicen los economistas. Bien por los chilenos y sus 33 nuevos héroes. Para nosotros, interrogantes.
Chile tiene una de las legislaciones más duras respecto a la seguridad minera, y el presidente Piñera ha prometido endurecerlas aún más, en un esfuerzo para evitar que accidentes se repitan en el futuro. ¿Y aquí?
Se puede decir que no tenemos minas de esa profundidad, pero lo cierto es que estamos muy lejos de los chilenos. Nuestros estándares son laxos (en junio nomás unos 400 barriles de petróleo acabaron en el río Huallaga, y no he visto a nadie sancionado por ello), nuestras multas, irrisoriamente bajas con respecto a los estándares mundiales (Chinalco ha preferido pagar una multa por no pasar a sus trabajadores a planilla, porque era más barata que la planilla). Y nuestra Marina de Guerra no tiene la capacidad técnica de diseñar y construir en tan poco tiempo una cápsula similar a las Fénix de la Armada de Chile. La solidaridad de nuestra sociedad sin duda sería igual o mayor a la chilena, pero ¿sería bien utilizada?, ¿no están procesados muchos funcionarios que se apropiaron de las donaciones para los perjudicados por el terremoto de Pisco?
En fin, para qué seguir haciendo comparaciones que van a probar la desventaja en que estamos. De veras Chile nos lleva una ventaja enorme, muchos más que los 20 años que dicen los economistas. Bien por los chilenos y sus 33 nuevos héroes. Para nosotros, interrogantes.
sábado, 9 de octubre de 2010
La Gran Estafa
La selección peruana de fútbol ha ganado ayer un partido amistoso a la selección de Costa Rica. Dos goles en tres minutos bastaron para dar cuenta de un rival sin oficio. La prensa analiza el partido, elogia a los jugadores, y se arma todo el circo. Y la gente está contenta.
Ya le ganamos a Canadá y a Jamaica hace un par de meses, dos países de los que nadie sabía que tenían selección de fútbol. Ahora nos cebamos con Costa Rica. Luego deben venir la selección de pingüinos de Groenlandia y la de Pigmeos subsaharianos. Pasadas estas pruebas de fuego, vienen rivales de mejor fuste, como Bolivia, por ejemplo.
Citando a Augusto Elmore, se trata del comienzo de la Gran Estafa. Rivales huevo para crear expectación en la hinchada, tener predispuesta a la prensa y hacer caja con los anunciantes, antes de protagonizar el desmadre de siempre con los partidos oficiales, ante rivales de verdad, y de los cuales se culpará al técnico, a los jugadores, al fixture, a la cancha, al árbitro y a todo el mundo, pero del que saldrá vivo el impresentable presidente de la FPF, Burga, ese miserable que no se mueve de la federación hace mil años y que es el único responsable de que estemos en la cola de Sudamérica.
Ya le ganamos a Canadá y a Jamaica hace un par de meses, dos países de los que nadie sabía que tenían selección de fútbol. Ahora nos cebamos con Costa Rica. Luego deben venir la selección de pingüinos de Groenlandia y la de Pigmeos subsaharianos. Pasadas estas pruebas de fuego, vienen rivales de mejor fuste, como Bolivia, por ejemplo.
Citando a Augusto Elmore, se trata del comienzo de la Gran Estafa. Rivales huevo para crear expectación en la hinchada, tener predispuesta a la prensa y hacer caja con los anunciantes, antes de protagonizar el desmadre de siempre con los partidos oficiales, ante rivales de verdad, y de los cuales se culpará al técnico, a los jugadores, al fixture, a la cancha, al árbitro y a todo el mundo, pero del que saldrá vivo el impresentable presidente de la FPF, Burga, ese miserable que no se mueve de la federación hace mil años y que es el único responsable de que estemos en la cola de Sudamérica.
jueves, 7 de octubre de 2010
¡El Nobel! y Lectura: Conversación en La Catedral (I)
Estaba yo escribiendo esta entrada cuando llegó la magnífica noticia del Nobel para Mario Vargas Llosa. ¿Qué elogio puedo hacer de él que no haya sido hecho ya a estas alturas? Creo que el mejor es leerlo, y como no he querido dejar pasar la fecha tan especial, deseo que sirva esta entrada -cuya continuación escribiré luego- como un pequeño homenaje a mi admirado Vargas Llosa.
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Hace un par de semanas ha terminado la magnífica novela de Vargas Llosa, acaso su mejor novela (para mí, no hay dudas: es), Conversación en La Catedral. El autor hace una demostración magistral de las técnicas narrativas más modernas, y utiliza alternadamente varias de ellas, haciendo del libro una lectura difícil para el lector promedio (lo que quiere decir que para el peruano común, es chino).
La clásica pregunta que hay nada más comenzar el libro se ha convertido en parte del imaginario colectivo del país, casi en un dicho popular. Sin embargo, y aunque se lo pregunta, a Zavalita no le atormenta en qué momento se había jodido el Perú, sino él:
"Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. Él era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál? (...). El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos jodidos. Piensa: no hay solución."
La historia se desarrolla en tiempos de Odría, aunque comienza cuando ya el régimen del ochenio ha caído, Santiago Zavala, o Zavalita o el flaco, se topa casualmente con Ambrosio, y revive a través de una conversación omnipresente a lo largo del libro sus vivencias desde la adolescencia hasta ahora, sus casi cuarenta, a donde llega siendo un periodista mediocre, dueño de un puestito de mala muerte: jodido.
El libro está dividido en cuatro grandes partes. En la primera, el autor nos lleva a los días de Zavalita como editorialista de La Crónica, diarios sensacionalista donde trabaja, pero también a los días de adolescente de Santiago, hijo de una familia acomodada que además hace buen dinero contratando con el gobierno de Odría, y que decide ir a San Marcos en lugar de la Católica, donde se incorporará a Cahuide, brazo estudiantil del Partido Comunista clandestino. También nos lleva a Ica, para conocer la historia de Cayo Mierda, el temible director de gobierno interior y luego ministro de seguridad del régimen.
Vargas Llosa lleva la narración de esta primera a través de diálogos principalmente, los que intercala de manera entreverada y utilizando distintos tiempos, pero el hilo de la historia no se pierde a lo largo de los extensos 10 capítulo que contiene. La atmósfera es fatalista, deprimente ("te salvaste de la perrera, Batuquito, pero a ti nadie vendrá a sacarte de nunca de la perrera, Zavalita") con el mismo sentido trágico que se percibe en la fatal pregunta: ¿en qué momento se había jodido? Y Zavalita, al rememorar lo acontecido, ensaya respuestas:
"Cuadra diez de la Arequipa, diciembre, siete de la noche -dice Santiago-. Ya sé Ambrosio, ahí"; "¿O había sido cuando, un día o semana o mes después de ver a Aída y Jacobo por la Colmena de la mano supieron que Washington era, efectivamente, el ansiado contacto?"
Esta primera parte, la más extensa del libro, también recoge un extraño diálogo entre don Fermín y Ambrosio, que no se entiende sino hasta la parte tercera, cuando al fin podemos ubicarla en el tiempo, y es capital para el desarrollo de los acontecimientos, y en ella vemos el nombramiento de Cayo Mierda como director de gobierno, su terrible eficiencia y termina con la fuga de Santiago de su casa, al no poder conciliar su vida acomodada con sus ideas comunistas y haber propiciado, sin saberlo, la captura de todo su grupo.
(Continuará)
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Hace un par de semanas ha terminado la magnífica novela de Vargas Llosa, acaso su mejor novela (para mí, no hay dudas: es), Conversación en La Catedral. El autor hace una demostración magistral de las técnicas narrativas más modernas, y utiliza alternadamente varias de ellas, haciendo del libro una lectura difícil para el lector promedio (lo que quiere decir que para el peruano común, es chino).
La clásica pregunta que hay nada más comenzar el libro se ha convertido en parte del imaginario colectivo del país, casi en un dicho popular. Sin embargo, y aunque se lo pregunta, a Zavalita no le atormenta en qué momento se había jodido el Perú, sino él:
"Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. Él era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál? (...). El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos jodidos. Piensa: no hay solución."
La historia se desarrolla en tiempos de Odría, aunque comienza cuando ya el régimen del ochenio ha caído, Santiago Zavala, o Zavalita o el flaco, se topa casualmente con Ambrosio, y revive a través de una conversación omnipresente a lo largo del libro sus vivencias desde la adolescencia hasta ahora, sus casi cuarenta, a donde llega siendo un periodista mediocre, dueño de un puestito de mala muerte: jodido.
El libro está dividido en cuatro grandes partes. En la primera, el autor nos lleva a los días de Zavalita como editorialista de La Crónica, diarios sensacionalista donde trabaja, pero también a los días de adolescente de Santiago, hijo de una familia acomodada que además hace buen dinero contratando con el gobierno de Odría, y que decide ir a San Marcos en lugar de la Católica, donde se incorporará a Cahuide, brazo estudiantil del Partido Comunista clandestino. También nos lleva a Ica, para conocer la historia de Cayo Mierda, el temible director de gobierno interior y luego ministro de seguridad del régimen.
Vargas Llosa lleva la narración de esta primera a través de diálogos principalmente, los que intercala de manera entreverada y utilizando distintos tiempos, pero el hilo de la historia no se pierde a lo largo de los extensos 10 capítulo que contiene. La atmósfera es fatalista, deprimente ("te salvaste de la perrera, Batuquito, pero a ti nadie vendrá a sacarte de nunca de la perrera, Zavalita") con el mismo sentido trágico que se percibe en la fatal pregunta: ¿en qué momento se había jodido? Y Zavalita, al rememorar lo acontecido, ensaya respuestas:
"Cuadra diez de la Arequipa, diciembre, siete de la noche -dice Santiago-. Ya sé Ambrosio, ahí"; "¿O había sido cuando, un día o semana o mes después de ver a Aída y Jacobo por la Colmena de la mano supieron que Washington era, efectivamente, el ansiado contacto?"
Esta primera parte, la más extensa del libro, también recoge un extraño diálogo entre don Fermín y Ambrosio, que no se entiende sino hasta la parte tercera, cuando al fin podemos ubicarla en el tiempo, y es capital para el desarrollo de los acontecimientos, y en ella vemos el nombramiento de Cayo Mierda como director de gobierno, su terrible eficiencia y termina con la fuga de Santiago de su casa, al no poder conciliar su vida acomodada con sus ideas comunistas y haber propiciado, sin saberlo, la captura de todo su grupo.
(Continuará)
martes, 5 de octubre de 2010
No hay alcaldesa
Van dos días desde las elecciones y todavía no hay alcaldesa. Coño, que este suspenso tiene a todo el mundo en vilo. Es la primera elección desde 1983, creo, en que la izquierda, que aúpa a Susana Villarán, ha resucitado con buenas posibilidades de hacerse un gobierno, y qué gobierno, nada menos que Lima, hogar del tercio de peruanos.
En tanto la ONPE cuentas las actas, ya se oyen voces clamando fraude, como Jaime Bayly, otrora crítico acérrimo de todas las variantes de la izquierda peruana y ahora defensor a capa y espada de Fuerza Social. Pero no es culpa de Bayly tampoco, sino de las encuestadoras -todas- y los canales de televisión que irresponsablemente dieron el llamado flash de las cuatro cuando no había ganadora: la diferencia porcentual entre Villarán y Flores era de un punto, o sea, en el margen de error.
Semejante estupidez nos deja un camino bonitamente preparado para las protestas de la perdedora, que indudablemente protestará por fraude. Mientras tanto, a esperar el conteo oficial, unos 29,000 votos separan a las candidatas y faltan contar dos millones.
En tanto la ONPE cuentas las actas, ya se oyen voces clamando fraude, como Jaime Bayly, otrora crítico acérrimo de todas las variantes de la izquierda peruana y ahora defensor a capa y espada de Fuerza Social. Pero no es culpa de Bayly tampoco, sino de las encuestadoras -todas- y los canales de televisión que irresponsablemente dieron el llamado flash de las cuatro cuando no había ganadora: la diferencia porcentual entre Villarán y Flores era de un punto, o sea, en el margen de error.
Semejante estupidez nos deja un camino bonitamente preparado para las protestas de la perdedora, que indudablemente protestará por fraude. Mientras tanto, a esperar el conteo oficial, unos 29,000 votos separan a las candidatas y faltan contar dos millones.
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