Amaneció el domingo y pasando canales di con un noticiero dominical de América Televisión que informaba el caso de una chica llamada Ximena Hoyos, conductora de un programa en esa empresa, que tenía un tumor en la cabeza descubierto por casualidad por médicos que buscaban lesiones tras un accidente en motocicleta.Quitarlo cuesta S/. 50,000 soles y apelaban a la solidaridad pública -vamos, pedían dinero- para reunir tal cantidad. Aquí escribí algo acerca de esta costumbre de pedir dinero y lo que pienso de ella. Sin embargo, esta chica sólo tiene 14 años, lo que nos lleva a otro tema, específicamente, el trabajo infantil. Veamos.
El Estado Peruano reconoce el derecho de los adolescentes a trabajar estableciendo algunas restricciones (que no sea explotado, que no realice actividades peligrosas, que no interrumpa sus estudios y otros) y "protegido en forma especial". Esta protección especial está encargada a una Defensoría del Niño y el Adolescente, y se apoya en un régimen especial de trabajo con limitaciones claras, obligaciones irrenunciables para padres y empleadores y sanciones para los infractores, todas señaladas en el Código de los Niños y Adolescentes. No hace al cuento enumerarlas, pero pueden leer la ley aquí.
Cuando hablamos de trabajo infantil, no se puede pasar por alto el hecho de que Perú, junto a Bolivia, tiene el triste mérito de encabezar la tabla correspondiente, miserias que el crecimiento económico no se ocupa de remediar. Sin embargo, el caso de la niña Ximena Hoyos es distinto. La Convención N° 138 de la OIT, de la cual Perú es parte, establece que la autoridad establecerá excepciones en cuanto a trabajos artísticos, y la televisión puede calificar de tal, pero se debe evaluar si el programa no afecta la salud física y psíquica del menor, si no obstaculiza su escolaridad y si contribuye a su educación. Como decía, eso es distinto de fabricar ladrillos, reciclar basura, trabajar en minas o vender caramelos, pero no tanto.
Y no es tan distinto porque no debemos olvidar dos puntos capitales en este caso: la televisión, aunque pase por actividad artística, es un trabajo porque Ximena recibe órdenes, cumple un horario y cobra un sueldo; y lo más importante -no nos engañemos- no es normal que una niña trabaje en televisión; no es normal que trabaje siquiera. Una niña debe jugar y crecer libre.
Pero, igual que miles de niños peor que ella, trabaja. Y en tanto trabajo infantil, su labor en América Televisión está bajo las disposiciones del Código de los Niños y Adolescentes. Particularmente me interesa subrayar tres obligaciones que la ley señala: Todo menor debe ser sometido periódicamente a exámenes médicos, debe tener una 'libreta del adolescente trabajador' y debe tener seguridad social obligatoria (artículos 55°, 60° y 64°, respectivamente). Ahora bien, en este caso, yo dudo que Ximena tenga la libreta de trabajador, dudo que haya pasado los exámenes médicos periódicos, y por lo visto -y esto es lo más grave, ahora que está enferma-, no tiene seguridad social, ni ningún seguro médico. ¡Ah...! no tiene seguro. ¿No es esa una contravención a la ley citada líneas arriba? Y América Televisión, lejos de responder por esto, presta su pantalla para que periodistas de la casa, vía reportajes ad misericordiam soliciten donaciones de dinero.
Lo que corresponde es que América cargue con ese gasto, mal que le pese, y que la mentada Defensoría del Niño y el Adolescente defienda a esta niña, porque tampoco debemos olvidar -y esto es una pena- que quienes más atentan contra el trabajo de los menores son los padres.
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