Al fin ha jurado el nuevo presidente. Y su discurso se ha alejado de la retórica para dar paso a una batería de propuestas sociales. Pensión 65 y Cuna más comienzan ya mismo.
Cuánto ha aprendido Ollanta en estas pocas semanas transcurridas desde su elección. Ha sabido mantenerse a la altura de las circunstancias desde que se supo el resultado de la segunda vuelta, ha dado una excelente impresión en su gira sudamericana, tanto que Obama inesperadamente se reunión él en Washington, saltándose todo protocolo (algo impensable si hubiese ganado la hija del ladrón que está en la DIROES). Ha sabido enmendar la plana a sus lugartenientes sin dejarlos en ridículo innecesariamente (Chehade y Espinoza, uno por Fujimori y la otra el gabinete), y ha sabido contestar con altura a los periodistas, tan dados a querer tirarle la lengua en temas espinosos. Y por último, ha puesto en su sitio a los trogloditas de Patria Roja y la CGTP que le apoyaron en la campaña (Mario Huamán ya se veía a sí mismo como ministro de Trabajo) advirtiéndoles que, o apoyan el modelo económico, o se abandonan el barco.
Así, el radical de izquierda del 2006 parece haberse ido, junto con el fantasma bolivariano; el terrorífico enemigo de la empresa privada ya no es más: el ex jefe de ADEX es ministro ahora, por ejemplo. Ollanta ha aprendido mucho en poco tiempo. Nos ha dado a todos que no votamos por él al principio, pero que lo apoyaron en la segunda vuelta, una demostración de que puede estar a la altura de la responsabilidad de la presidencia, como yo. Y aunque no se puede estar de acuerdo en todo (la línea aérea de bandera y la 'cédula viva' de los militares, por ejemplo), sí cabe esperar buenas cosas de este gobierno, cabe esperar que Ollanta no nos defraude.
Sí, Ollanta, no nos defraudes.
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