Curiosamente, el quiebre del orden institucional fue recibido con algarabía y gran apoyo popular. La democracia –era el razonamiento- nos había llevado entre 1980 y 1990 a la inflación más espeluznantemente alta de la historia y nos había puesto a merced de las huestes terroristas del MRTA y Sendero Luminoso. Entonces –seguía el razonamiento-, era mejor una dictadura.
Muy pocos quisieron ver entonces que golpe de estado marcaba también el ascenso del oscuro asesor Vladimiro Montesinos, que saqueaba el Palacio de Justicia y robaba los expedientes que demostraban sus vínculos con el narcotráfico. Muy pocos quisieron ver cómo Fujimori aupaba a su oscuro asesor hasta hacerlo el hombre más poderoso del país, sólo por debajo de él. Se iniciaba el gobierno que saneó la economía, sí, pero a costa de políticas neoliberales que empobrecieron aún más a la población. Y comenzaba el gobierno más corrupto de la historia, el que decidió asesinar con los mismo métodos que los terroristas, el que saqueó las arcas públicas y que tuvo como colofón la vergonzosa huida de Alberto Fujimori, su líder, al Japón.
Sólo tras su caída pudimos ver el inmenso daño que nos hizo esa dictadura y su corrupción, que tenía al país sumido en una recesión que ya llevaba tres años cuando cayó y que dejó a la mitad de la población en la pobreza. Podemos ver que la economía mejoró y creció muchísimo más en diez años de democracia que en diez de dictadura. Demostramos que la amenaza del dictador de que el terrorismo volvería si no estaba él para salvarnos era falsa. Nos demostramos a nosotros mismos que podemos encarcelar al ladrón y su oscuro asesor.
Es cierto que nos falta mucho para ser un país más justo, mejor para todos. Pero eso no se logra desandando lo avanzado. Es cierto que todavía hay pobres, pero ya no es la mitad de la población que dejó Fujimori, sino el tercio. Hemos avanzado mucho, aún falta avanzar más.
Por eso no debemos olvidar el 5 de abril, por eso debemos tener presente esa fecha presente como una de infamia, una fecha en que la felonía, la mentira y la traición primaron sobre el orden institucional de la mano de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.
Y sin embargo, ese gobierno corrupto pretende volver, ahora representado por la hija del felón, con el mismo discurso, con las mismas caras, con el objetivo claro de amnistiar al sentenciado y ponerle a gobernar tras bambalinas, tener impunidad, seguir robando.
Recuerda eso el 10 de abril. Recuerda que Keiko Fujimori representa a Alberto Fujimori, y con mucha honra, como ella misma dijo en el debate.
Muy pocos quisieron ver entonces que golpe de estado marcaba también el ascenso del oscuro asesor Vladimiro Montesinos, que saqueaba el Palacio de Justicia y robaba los expedientes que demostraban sus vínculos con el narcotráfico. Muy pocos quisieron ver cómo Fujimori aupaba a su oscuro asesor hasta hacerlo el hombre más poderoso del país, sólo por debajo de él. Se iniciaba el gobierno que saneó la economía, sí, pero a costa de políticas neoliberales que empobrecieron aún más a la población. Y comenzaba el gobierno más corrupto de la historia, el que decidió asesinar con los mismo métodos que los terroristas, el que saqueó las arcas públicas y que tuvo como colofón la vergonzosa huida de Alberto Fujimori, su líder, al Japón.
Sólo tras su caída pudimos ver el inmenso daño que nos hizo esa dictadura y su corrupción, que tenía al país sumido en una recesión que ya llevaba tres años cuando cayó y que dejó a la mitad de la población en la pobreza. Podemos ver que la economía mejoró y creció muchísimo más en diez años de democracia que en diez de dictadura. Demostramos que la amenaza del dictador de que el terrorismo volvería si no estaba él para salvarnos era falsa. Nos demostramos a nosotros mismos que podemos encarcelar al ladrón y su oscuro asesor.
Es cierto que nos falta mucho para ser un país más justo, mejor para todos. Pero eso no se logra desandando lo avanzado. Es cierto que todavía hay pobres, pero ya no es la mitad de la población que dejó Fujimori, sino el tercio. Hemos avanzado mucho, aún falta avanzar más.
Por eso no debemos olvidar el 5 de abril, por eso debemos tener presente esa fecha presente como una de infamia, una fecha en que la felonía, la mentira y la traición primaron sobre el orden institucional de la mano de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.
Y sin embargo, ese gobierno corrupto pretende volver, ahora representado por la hija del felón, con el mismo discurso, con las mismas caras, con el objetivo claro de amnistiar al sentenciado y ponerle a gobernar tras bambalinas, tener impunidad, seguir robando.
Recuerda eso el 10 de abril. Recuerda que Keiko Fujimori representa a Alberto Fujimori, y con mucha honra, como ella misma dijo en el debate.
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