miércoles, 2 de junio de 2010

Imbecilidades

De vez en cuando estoy sin humor para aguantar pulgas.  Hoy, que prometía ser ocupado y tranquilo -y no es una contradicción-, trocó de repente en un mal día.  Y en este estado, con la chicha caliente, doy un repaso a la prensa, sólo para comprobar que en esta tres veces coronada villa la gente sencillamente se caga en el resto.  Y se caga no con concha, sino demostrando estulticia, falta de tino, idiotez, imbecilidad.

Un caso. Fiorella Cayo, una actriz cabeza hueca, arrolló a una policía por no recibir la papeleta y fugó, pero dejando todos sus documentos con la misma policía, en un claro ejemplo de la más sublime imbecilidad.  Hoy ha salido su mamá a decir que no era así, sino de otro modo.  No dijo cuál.  ¿Su mamá? ¿Tiene 10 años? Depende.  Intelectualmente, yo creo que sí.

En otro caso, alcaldes con más ambición por reelegirse que vergüenza pugnan por volver al PPC, luego de haberlo abandonado sin pena para colgarse de la efímera popularidad de Alex Kouri.  Y ahora, que, en vez de votantes, aumentan las denuncias de traperías de este asiduo visitante del SIN, los hijos idos del PPC claman disculpas, viendo ya que con Kouri no van a repetir sus alcaldías, con lo que se verifica que el deporte más popular del país no es el fútbol, sino el cambio de bando según la conveniencia. Sólo que hasta para traicionar son imbéciles, visto que luego vuelven con el rabo entre las piernas.

Así, es casi imposible para mí dejar de pensar que el embrutecimiento de la gente de esta capital es un proceso crónico y avanzado, de la que sólo el aislamiento relativo me puede salvar. Leer, oír música culta, ver buen cine (pirata, eso sí, porque no hay alternativa) utilizar la red para acceder a publicaciones que no llegan a Lima, no ver televisión local, no leer la prensa local, no sintonizar radios limeñas; todos son medios válidos para escapar de la vorágine de Lima, del remolino que poco a poco te arrastra al centro, donde confluye lo chabacano, lo vulgar, lo chicha, la cultura del vivo que tanto aborrezco.

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