Aunque hace 15 años no pateo una pelota, a mí me gusta mucho el fútbol. No el peruano, por supuesto, que esa mediocridad -manifestación deportiva de la mediocridad nacional, dicho sea de paso, lo mismo que nuestros congresistas en la política- es insufrible para mí.
Y en estos días de Mundial mi atención también -como la de medio mundo- está en Sudáfrica. Y me da gusto ver que la falacia de los "cracks" no es más que eso, una falacia. Ocurre que, al futbolista talentoso, la prensa llama "crack", "genio", "fenómeno" y una larga lista de calificativos más. La publicidad y la mercadotecnia, la televisión y los periodistas hacen el resto. Todo éste cóctel con el tiempo han empujado los pases y sueldos en Europa hasta niveles obscenos, exorbitantes. En consecuencia, la gente común tiene que un buen jugador de fútbol es prácticamente un semidiós capaz de todo, un ídolo admirado por todas las esferas de la sociedad, al punto que se considera un honor estar cerca de uno. Y los futbolistas con talento -millonarios, por lo demás- contribuyen a alimentar esa aura, ¿y por hacer qué? Por jugar fútbol.
¿Cómo ocurrió esto? Más que cómo, la pregunta es cuándo: cuando la FIFA descubrió en la publicidad una fuente prácticamente inagotable de ingresos. Pero me estoy desviando del tema.
Decía que me da gusto que se derrumbe esta falacia. Los equipos llegaron con distintos niveles de favoritismo, basados en el número de 'estrellas' que tenían en sus filas y en el 'valor del equipo', o sea, la suma de todos los pases en el mercado europeo. Naturalmente, las 'estrellas' y selecciones europeas "valían" más que las sudamericanas o las asiáticas.
Pero todos estos héroes de folletín se han derrumbado en Sudáfrica. Y resulta que auspicios millonarios y mercadotecnia aplastante se van al diablo cuando un equipo de súperestrellas demuestra su ordinaria normalidad y empata (o peor, cae) ante otro que es, según esta misma visión estúpida, inferior. Ejemplos, Italia, Inglaterra, España y Francia por un lado, y Paraguay, Argelia, Eslovenia y Nueva Zelanda por otro.
¿De veras el valor de 23 personas jugando juntas se puede cuantificar en euros? Tristes épocas en que vivimos.
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