martes, 19 de enero de 2010

Lectura: Trafalgar

Trafalgar fue por casi dos siglos una herida abierta y dolorosa para la nación española.  Allí tuvo lugar el célebre combate homónimo en el que el genial almirante Nelson aniquiló la escuadra combinada de Francia y España el 21 de octubre de 1805, acabando de un plumazo con el poderío naval español y los planes de Napoleón de invadir Gran Bretaña.  Pero Trafalgar también es muy importante en la historia de las naciones americanas porque, desde entonces, los procesos independistas americanos tuvieron expectativas de éxito, pues España, perdido el dominio de los mares, no tuvo maneras  de mantener el control sobre sus colonias y vio, a lo largo del siglo XIX, desmoronarse su vasto imperio.

Vista, pues, la importancia del combate de Trafalgar, es fácil entender que de ella se hayan ocupado historiadores y novelistas.  De éstos, el que mejor ha retratado ese aciago día es Benito Pérez Galdós.

Su 'Trafalgar' es una exquisita novela y, también, un soberbio ejemplo del uso de castellano.  El autor se sirve de Gabriel de Araceli, un muchacho de 14 años, para darnos a conocer las circunstancias previas al combate, pintando un retrato ameno de Cádiz, haciéndonos saber cómo los españoles fueron arrastrados a la tragedia merced a su alianza con los franceses.  Pérez Galdós nos ubica en el centro mismo de la batalla, a bordo del Santísima Trinidad, el buque de guerra más grande y poderoso del mundo en ese momento, pero tripulado por gentes sin oficio ni experiencia, aunque de un valor encomiable.

Trafalgar es una novela corta, pero narrada con una maestría inigualable.  Toda la violencia y desgracias que puede acarrear un combate se muestran en ella, lo mismo que las expresiones de hidalguía y caballerosidad entre vencedores y vencidos, y la fraternidad entre los hombres al verse a merced de los mares embravecidos.  Y su mérito es mayor si tenemos en cuenta que Benito Pérez Galdós la escribió cuando contaba 30 años (yo tendré 31 pasado mañana y no he escrito nada), en apenas dos meses y de un solo tiro, sin casi revisarla.

Y así se lee también, de un solo tiro porque te atrapa inmediatamente, como toda obra de arte.

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