Entonces la cosa ocurrió así: la pareja llegó a Chivay el 30 de marzo. El 31 partieron a Tapay, ubicada a unos 37 kilómetros en línea recta. Siguiendo la escarpada geografía la distancia es bastante mayor. En la tarde llegaron a la fortaleza de Chimba; ahí descansaron. En este trayecto perdieron una mochila con víveres y carpas. El 1 de abril comenzaron el ascenso al nevado Bomboya, rumbo a Tapay. El trayecto debía durar unas 14 horas y ese día camparon en una cueva. Al día siguiente llegaron a una planicie donde volvieron a acampar porque llovía. El 3 de abril la marcha se hizo más lenta porque Rosario tenía sangrado vaginal. El 4 llegaron a una zona llamada Casca y, siempre según Rosario, creyeron haberse perdido. Entonces acamparon en otra cueva. Estaban a 3,500 metros sobre el nivel del mar y a 4 grados celsius bajo cero. Este último campamento es la llamada "zona de las mochilas". Cuando Rosario despertó el 5 de abril ya no encontró a Ciro. Supuso que había ido a Tapay a buscar ayuda. El pueblo está a siete kilómetros del Bomboya.
Esta es una incongruencia porque uno sale a buscar ayuda como quien va a comprar el pan, sin avisar. Lo más probable es que Rosario sí supiera que Ciro salía rumbo a Tapay, pero que lo negara luego debido al acoso de una prensa que ya la tenía por culpable. Sabiendo o no, el caso es que parece ser que Ciro salió solo y tomó -según los rescatistas mexicanos- el camino más difícil, una zona llena de abismos, pudiendo haber optado por otra más sencilla, si sumamos el hecho de que iba calzado con zapatillas ligeras -fácil es resbalar con ellas- y no con sus botas para alta montaña, podemos tener por cierto que estaba desorientado. Ahí cobra sentido el dicho de Rosario que "salió a ver la luces de Tapay", o sea, salió tras un punto de referencia. Luego, es difícil creer que Ciro se fuera sin avisarle. Pero esto no da ni quita nada.
Tampoco está claro cuánto tiempo esperó Rosario antes de abandonar el campamento. Tampoco importa mucho en realidad, el caso es salió y, perdida como estaba, casi corre la suerte de su compañero: el 13 de abril fue encontrada medio muerta, y ese día ella les dijo a los rescatistas "Ciro está por la zona de las mochilas", o sea, cerca del campamento. Esto también llama a la suspicacia. ¿Cómo sabía que estaba por ahí, tan cerca, y no por otra zona? No lo sabremos nunca. Lo claro es que Ciro se desbarrancó solito a unos 800 metros de la zona de las mochilas, donde Rosario dijo que estaría. Cayó dando tumbos por una pendiente de más de un kilómetro de hondo y empinada como una pared; la causa de su muerte, politraumatismos severos.
¿Por qué tardaron 206 días en dar con el cuerpo? Bueno, cuando los rescatistas mexicanos llegaron, la Policía les dijo que ya habían 'peinado' la zona de las mochilas y que no habían hallado nada. Entonces -confiados- diseñaron un plan para buscar donde no lo habían hecho aún. Perdieron cuatro meses y sólo cuando terminaron sin ningún resultado fue que decidieron explorar de nuevo por donde ya había buscado la Policía. ¡Quiá! Nadie les dijo a los mexicanos que lo primero que debían hacer era desconfiar de la Policía Nacional.
Parece que me equivoqué cuando escribí en el post del 19 de mayo que Rosario debía ser sujeta de investigaciones. Por lo menos quedan lecciones. Una prensa criminal, una mujer que pudo actuar mejor ante las sospechas, una familia que dando sepultura a su muerto ha encontrado el consuelo que les permite seguir viviendo y -este se lleva las palmas- un padre que movió cielo y tierra para hallar a su hijo. Vaya una lección de entereza.
La ruta entre Madrigal y Tapay, con el Bombaya en medio. |