El 23 de agosto de 2005 se han cumplido 5 años del aciago vuelo TJ-204 de TANS. El avión, un Boeing 737-200 con 100 personas a bordo, se estrelló a 10 kilómetros de la pista del aeropuerto de Pucallpa, cuando se disponía a aterrizar. El Boeing cayó en el fango, en medio de la lluvia y el granizo; de las 40 víctimas, muchas perecieron ahogadas.
El accidente se pareció terriblemente a la caída del Lockheed 188 Electra de LANSA el 24 de diciembre de 1971. Ambos pilotos volaban muy bajo para evitar el cielo encapotado cuando súbitamente violentas ráfagas de viento los arrojaron contra el suelo.
La prensa cubrió el accidente de TANS de forma indignante, como es su costumbre, exhibiendo sin compasión los cuerpos mutilados de quienes perecieron, pero ninguno prestó atención al informe oficial publicado meses después.
El accidente llevó al cierre definitivo de TANS, y puso en relieve que las lecciones del accidente de Chachapoyas, no habían sido aprendidas. ¿Aprendimos esta vez? Si ocurre otro accidente, ¿los olvidaremos también? En el cementerio de Pucallpa hay un mausoleo dedicado a las víctimas de LANSA. No hay nada para las de TANS.
jueves, 26 de agosto de 2010
viernes, 13 de agosto de 2010
Los días breves
A mí nunca me gustaron las despedidas. Es más, prefiero no despedirme de nadie e irme sin más, aunque parezca maleducado. No hablo del chau que se dice al ir a trabajar, sino de las despedidas que cierran un ciclo de tu vida. He tenido algunas: cuando me fui de la pensión en que viví dos años, o cuando tía Yolanda se iba a morir y todos se despedían, todos menos yo (para qué, pienso), si hasta soy ajeno a la costumbre de voltear y hacer adiós antes de abordar un avión.
Y el ciclo más importante que cerré sin despedida fue el 8 de enero de 1996. Ese día dejé Pucallpa y vine a vivir a Lima, para hacer la universidad. No me di cuenta en ese momento que dejaba entorno, amigos, recuerdos y vivencias y, sobre todo, mi casa. Todo cuanto era había sido tomado de allí, y lo dejé sin más. No me di cuenta tampoco del agujero que dejaba en mi casa, ni de la pena resignada que causaba a mi padre, a mi madre; recién veo porqué hasta ahora mi cama sigue en su lugar, mi mesa, mi reloj de pared.
No me ayuda a superar la nostalgia de esa casa el hecho de que en Lima hayamos vuelto a vivir juntos de nuevo. Ya no éramos chicos, no era la casa, no es lo mismo. ¿Me sentiría mejor si me hubiese despedido dejando ver todo lo que sentía en ese momento? La pena, la sensación de desarraigo, la curiosidad y sobre todo, el temor ante lo desconocido se quedaron dentro de mí al momento de la partida y los conjuré solito en Lima. Un abrazo desganado a mi madre, que se moría de tristeza en el aeropuerto fue todo. Y me metí al avión sin hace el adiós que todos hacen.
¿Tendría nostalgia de mi casa, tal como la dejé en 1996, si hubiera sido de otro modo? Nunca lo sabré. En Lima hice la universidad, una maestría, tuve hijos, vivo y trabajo aquí y regresar está tan lejos; de todos modos, no puedo volver a la casa que dejé en 1996, ella está congelada tiempo y no volverá..., yo añoro aquellos días en que todo era fácil, días breves, y el tiempo que pasa no hace más que definir sus contornos y mostrarme que fueron en verdad los mejores días... Si ese 8 de enero hubiese sabido que no iba a volver, habría dicho algunas cosas, habría abrazado a algunas personas, habría volteado antes de entrar al avión.
Y el ciclo más importante que cerré sin despedida fue el 8 de enero de 1996. Ese día dejé Pucallpa y vine a vivir a Lima, para hacer la universidad. No me di cuenta en ese momento que dejaba entorno, amigos, recuerdos y vivencias y, sobre todo, mi casa. Todo cuanto era había sido tomado de allí, y lo dejé sin más. No me di cuenta tampoco del agujero que dejaba en mi casa, ni de la pena resignada que causaba a mi padre, a mi madre; recién veo porqué hasta ahora mi cama sigue en su lugar, mi mesa, mi reloj de pared.
No me ayuda a superar la nostalgia de esa casa el hecho de que en Lima hayamos vuelto a vivir juntos de nuevo. Ya no éramos chicos, no era la casa, no es lo mismo. ¿Me sentiría mejor si me hubiese despedido dejando ver todo lo que sentía en ese momento? La pena, la sensación de desarraigo, la curiosidad y sobre todo, el temor ante lo desconocido se quedaron dentro de mí al momento de la partida y los conjuré solito en Lima. Un abrazo desganado a mi madre, que se moría de tristeza en el aeropuerto fue todo. Y me metí al avión sin hace el adiós que todos hacen.
¿Tendría nostalgia de mi casa, tal como la dejé en 1996, si hubiera sido de otro modo? Nunca lo sabré. En Lima hice la universidad, una maestría, tuve hijos, vivo y trabajo aquí y regresar está tan lejos; de todos modos, no puedo volver a la casa que dejé en 1996, ella está congelada tiempo y no volverá..., yo añoro aquellos días en que todo era fácil, días breves, y el tiempo que pasa no hace más que definir sus contornos y mostrarme que fueron en verdad los mejores días... Si ese 8 de enero hubiese sabido que no iba a volver, habría dicho algunas cosas, habría abrazado a algunas personas, habría volteado antes de entrar al avión.
jueves, 12 de agosto de 2010
Y siguen bastos
Ayer despotricaba contra la prensa limeña y su sensacionalismo. Y hoy, para dar otro ejemplo, encuentro esta nota en El Comercio, el más serio del país: "Excremento le sirve de combustible a un automóvil" (!).
¿Qué? ¿O sea, metemos caca al tanque de combustible? Ya leyendo la nota, resulta que no es el excremento el combustible, sino el gas metano que se obtiene principalmente de la basura y también -pero en cantidades mucho menores por razones obvias- del excremento en plantas de tratamiento adecuadas.
Pero el sensacionalismo dicta tomar la visión más escabrosa, la más sucia de la nota para despertar al atención de la gente: quién se interesaría por un auto funcionando con gas metano, si ya funcionan con gas licuado y gas natural; un auto funcionando con mierda es más interesante, aunque no sea rigurosamente la verdad.
Pero para a un periodismo que sí -éste sí- funciona con mierda faltar a la rigurosa verdad no es inconveniente.
¿Qué? ¿O sea, metemos caca al tanque de combustible? Ya leyendo la nota, resulta que no es el excremento el combustible, sino el gas metano que se obtiene principalmente de la basura y también -pero en cantidades mucho menores por razones obvias- del excremento en plantas de tratamiento adecuadas.
Pero el sensacionalismo dicta tomar la visión más escabrosa, la más sucia de la nota para despertar al atención de la gente: quién se interesaría por un auto funcionando con gas metano, si ya funcionan con gas licuado y gas natural; un auto funcionando con mierda es más interesante, aunque no sea rigurosamente la verdad.
Pero para a un periodismo que sí -éste sí- funciona con mierda faltar a la rigurosa verdad no es inconveniente.
miércoles, 11 de agosto de 2010
El juego estúpido
Francamente ya me harta este juego estúpido en el que participan políticos y periodistas. La tónica es la misma: ocurre un crimen execrable (de preferencia con un niño como víctima), la prensa sensacionalista que sufrimos pone el susudicho crimen en la agenda nacional, y no tardan los politicastros en salir al frente con soluciones radicales, verbigracia, pena de muerte para el delincuente, la misma prensa publica en portada el anuncio, y listo.
Ha ocurrido así siempre, ¿no se acuerdan de Alan García ofreciendo la pena de muerte para violadores en su campaña, e insistiendo con ello ya desde la presidencia? Fujimori también la planteó ante la ola de secuestros que hubo en los noventa. Ahora, cuando una niña ha quedado cuadrapléjica a causa de unos asaltantes, se repite el juego estúpido.
Sólo que esta vez la protagonista es ni más ni menos que Keiko Fujimori. ¡Keiko! La hija y candidata del dictador ahora encarcelado por asesino y ladrón. Ni los políticos ni la prensa le han hecho notar que su papito encaja en el tipo que ella quiere sancionar -bueno, qué esperar de ellos-.
¿Por qué existe esta complicidad entre prensa y políticos para afirmar estupideces sin avergonzarse? En el caso de Keiko yo parto de la tesis de que no es una imbécil. Ocurre sencillamente que es una candidata buscando votos. Lo mismo que Alan en su campaña y Fujimori en la presidencia (que también estaba en campaña), de modo que quieren dar imagen de firmeza ante la población. Y la prensa, pues vende su producto, escrito, radiado y televisado. De eso vive.
Así todos ganan, el político y la prensa. Todos menos nosotros, claro, la gente, por lo menos los pensantes. En una sociedad más o menos civilizada, una propuesta así sería repudiada por otros políticos, por la prensa y aún por intelectuales, no tanto por razones filosóficas o legales (que la pena de muerte no tiene ninguna que la sostenga), sino por oportunista e idiota. Pero no somos esa sociedad, somos un pequeño país tercermundista con la mitad de su población apenas por encima de la línea que distingue a un analfabeto de aquel que no lo es. Entonces, pedir la muerte para un violador es bien visto, compadecerse de una "mamita" es rentable. Y es una pena.
Ha ocurrido así siempre, ¿no se acuerdan de Alan García ofreciendo la pena de muerte para violadores en su campaña, e insistiendo con ello ya desde la presidencia? Fujimori también la planteó ante la ola de secuestros que hubo en los noventa. Ahora, cuando una niña ha quedado cuadrapléjica a causa de unos asaltantes, se repite el juego estúpido.
Candidata fujimorista y portada sensacionlista de Perú21 prestándose al juego estúpido |
¿Por qué existe esta complicidad entre prensa y políticos para afirmar estupideces sin avergonzarse? En el caso de Keiko yo parto de la tesis de que no es una imbécil. Ocurre sencillamente que es una candidata buscando votos. Lo mismo que Alan en su campaña y Fujimori en la presidencia (que también estaba en campaña), de modo que quieren dar imagen de firmeza ante la población. Y la prensa, pues vende su producto, escrito, radiado y televisado. De eso vive.
Así todos ganan, el político y la prensa. Todos menos nosotros, claro, la gente, por lo menos los pensantes. En una sociedad más o menos civilizada, una propuesta así sería repudiada por otros políticos, por la prensa y aún por intelectuales, no tanto por razones filosóficas o legales (que la pena de muerte no tiene ninguna que la sostenga), sino por oportunista e idiota. Pero no somos esa sociedad, somos un pequeño país tercermundista con la mitad de su población apenas por encima de la línea que distingue a un analfabeto de aquel que no lo es. Entonces, pedir la muerte para un violador es bien visto, compadecerse de una "mamita" es rentable. Y es una pena.
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