sábado, 20 de febrero de 2010

Ayer y hoy

Leo en la prensa de hoy una entrevista al gerente de LAN, la aerolínea que domina el mercado local.  El periodista pregunta si las lluvias que azotaron a Cuzco y la inundación ocurrida en Aguas Calientes han afectado los vuelos hacia el país. El ejecutivo contesta tranquilamente que no, que pronto todo esto será historia y, entre otras cosas más, que "lo bueno es que Machu Picchu no ha sufrido ningún daño".

Quedé pensando en ello un rato.

"Machu Picchu no ha sufrido ningún daño".  Una ciudadela de unos 600-700 años ha soportado lluvias torrenciales sin daño alguno, muy lejos del río Urubamba, que ocasionaba desmadres Aguas Calientes, inundándola y destruyéndola.

Fácil es barruntar que claro, Machu Picchu  está arriba en el cerro, sólidamente construida en roca viva; en cambio el pueblucho ese está abajo, al borde del río, arrimada entre el Urubamba y los cerros.  Y ahí justamente se ve claro el buen tino de los incas para construir y la obsecuencia, improvisación y estupidez de los peruanos contemporáneos a la hora de hacer lo mismo.

Ni Macchu Picchu, ni Ollantaytambo o Pisac, ni siquiera Cuzco están en zonas de inundación o en la ruta de  aludes, y no sufren gravemente con lluvias torrenciales como estas que han caído, a pesar de los siglos que cargan.  Distinto es el caso de los pueblos actuales: si llueve, se inundan; si el río se desborda, los aniega; si viene el alud, peor:  los borra del mapa.

Comparándonos con los habitantes de estas mismas tierras de hace 600 años, ¿de veras somos mejores que ellos?

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