Cinco imbéciles más, que eran siete a bordo de un Mazda viejo, salieron molidos pero vivos del accidente.
Hace ya casi un año hubo un caso emblemático, el periodista Álvaro Ugaz se estrelló contra un camión que circulaba en el mismo sentido que él y se mató. Todas las televisoras le dedicaron especiales, todo el mundo sintió su muerte, pero nadie dijo lo cierto: estaba borracho.
¿Qué está mal? Yo no sé. Tenemos leyes que castigan con dureza estas conductas, pero a la gente le llega. La Policía hace lo que puede, que no es mucho tampoco, el Poder Judicial no hace nada, y la gente cree que la suerte está con ellos. En este caso, la suerte hizo que la Policía terminara los controles de alcoholemia a las 6:00 AM, y que éstos se sacaron la madre a las 7:30 AM. Su amanecida se hizo noche frente al mar de Barranco.
A pesar de eso, las cosas no van a cambiar en el corto plazo, de modo que a todos aquellos que no saben separar botellas de timones les pido una sola cosa: mátense solos. Procuren estrellarse sin llevarse a ningún peatón ni afectar -si fuera posible- la propiedad ajena. Sigan el ejemplo de Luis Pérez Lazo y Juan Carlos Gamarra, a ellos no les importó dejar en el más profundo dolor a su familia, ni a ellos ni a los cinco que siguen vivos, y por suerte no se llevaron a ningún inocente en su ruta al infierno.
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