Naturalmente no viene al caso resumir las charlas y ejercicios, pero cabe mencionar solo una parte de la reflexión del expositor:
Sucede que la entrada en vigencia del nuevo Código, el 1 de octubre, ha estado condimentada con algunos tropiezos. Casi normal, considerando que es un nuevo sistema al que van a tardar en adaptarse fiscales y población. Pero la gente no está para cuestiones doctrinales ni le interesa oír de derechos que no sean los propios. Toda consideración de debido proceso, proporcionalidad, derechos del reo, acuerdos reparatorios, todo eso les suena a corrupción, arreglo ilegal, negociado entre fiscal y delincuente, ¡faltaba más! De ahí a que la gente pretenda hacer justicia por su propia mano ya no queda mucho.
Porque a la doctrina que impulsa el Código y a las disposiciones que contiene, la gente opone un pedido intransigente que no tarda en rebotar en los medios: cárcel desde el inicio del proceso para casi todo delito o falta. No importa que sea un delito de bagatela, una tentativa, o una falta, el pedido es el mismo, la cárcel.
Y esta situación naturalmente deja a los fiscales en una posición defensiva, acechados por periodistas acostumbrados a hablar sin saber, a opinar sobre causas que no han leído y a poner el micrófono frente a quien mayor escándalo pueda armar. Normal también, es parte de su libertad.
Pero ello, y ahí va la reflexión del letrado César Reyes, es que uno no puede dejarse presionar por la gente ni prensa bajo ninguna circunstancia. ¿Y qué hacemos con la gente?, preguntó un colega. "Esa es parte de nuestra función pedagógica, porque nuestra labor tiene también esa función -dijo el colombiano-: tenemos que enseñar a la gente. Y eso toma tiempo".