Como se sabe -y para los que no saben-, el 2 de diciembre será la elección de un nuevo presidente del Poder Judicial (PJ). Dos son los candidatos en esta lid, César San Martín y Enrique Mendoza. Y ayer, que el diario El Peruano ha publicado las propuestas y me ha dado en gana comentarlas.
Comenzaré diciendo que los dos coinciden en que hay que dar relevancia a la Corte Suprema (San Martín habla de posicionamiento institucional de la Corte Suprema y del Presidente del Poder Judicial y Mendoza de una optimización de la defensa institucional). Acá sí estoy de acuerdo porque todo el mundo (me refiero a las autoridades) ningunea a la Corte Suprema, y con razón porque ostenta el triste mérito de tener pésima reputación ante todos. Si hacen un esfuerzo, se acordarán de los incidentes en los que Villa Stein tuvo que recordar al ejecutivo que él era jefe de un poder del estado. Qué vergüenza que tuviera que ser así, pero es el Poder Judicial se lo ha ganado a pulso.
Sigamos.
César San Martín escribió que su eventual gestión tendrá dos objetivos: fortalecer la independencia de los jueces y aplicar un proceso de modernización judicial sostenido. Para ello, tendrá cuatro ejes: 1. Posicionamiento de la Corte Suprema; 2. Fortalecimiento de la gestión institucional; 3. Mejoramiento del acceso a la justicia; y, 4. Afianzar la lucha contra la corrupción.
Muy bien, aunque me hubiera gustado que explicara cómo llevará a la práctica estos cuatro "ejes", sé de sobra que no podrá, y no por incapacidad sino porque cada eje es una especie de cuco gigantesco que requiere un buen par de lustros para cambiar. Veamos, ¿fortalecer la gestión institucional? ¿Con Suero a la cabeza de la Gerencia General? Ya lleva diez años allí y a ver quién es el guapo que me dice que estamos mejor hoy que el 2001. ¿Mejoramiento de acceso a la justicia? ¿Afianzar la lucha anticorrupción? ¿Cuál lucha? No se ha de referir la de los juzgados y salas especiales, visto que están a un mes de su desactivación, ni de alguna iniciativa para echar de la judicatura a tanto juez que pasea por allí en Mercedez Benz o tiene 100,000 dólares en su ropero. ¿Califica de corrupción que ciertos expedientes lleguen a la Corte Suprema y se queden allí durmiendo el sueño de los justos hasta que prescriban? Allí está el ejemplo del caso Lucchetti. Entonces, si no hay ninguna lucha anticorrupción, no veo qué va a afianzar en caso de llegar a la presidencia el doctor San Martín.
Enrique Mendoza comienza con una afirmación un poco tirada de los pelos: dice que Perú aspira a ingresar al primer mundo y que por eso se debe cambiar el modelo del PJ. ¿Primer mundo, cambiar el modelo? Debe ser un chiste, porque ni yo podría vivir una semana en el primer mundo con mi sueldo ni el modelo se cambia como si fuera la pintura del edificio Alzamora Valdez. Este nuevo modelo incluiría jueces altamente profesionalizados y -agárrense porque esto es bueno- personal plenamente identificado con vocación de servicio. No dice que hará con lo que carezcan de tal vocación, pero habrá que preguntárselo porque es de interés de la práctica mayoría de servidores, pues el PJ es el mejor lugar del mundo para destrozar tu vocación de servicio.
Dice también que buscará la reducción de los plazos procesales. Este debe ser otro chiste. Si ahora los plazos, siendo como son, no se cumplen, menos se van a cumplir si los reducen.
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Todo muy lindo. Cómo pretenden hacerlo... bueno, esa ya es harina de otro costal. El artículo del diario no dice nada al respecto. Aunque hay cosas muy románticas (San Martín: "implantar un
certiorari para la Corte Suprema", "hacer más rápidos los procesos") y otras vagas ("una estrategia más fina del plan de descarga nacional", Mendoza: "campañas para lograr el compromiso por los valores éticos), la mayoría son lugares comunes de toda candidatura de este tipo. No tengo a la mano las promesas del Presidente Javier Villa Stein, pero más o menos iban en el mismo sentido y estamos peor que hace dos años.
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Pero lo resaltante de esas dos candidaturas es que parecen estar en otro plano de la realidad. Ninguno menciona la importancia de los trabajadores en sus respectivas propuestas, para ellos no hay empleados con sueldos paupérrimos y exceso de trabajo. Parecen no saber que en este mismo instante en que yo escribo y ellos tratan comprometer el voto de los colegas, los empleados judiciales no están en sus oficinas, sino gritando en el Congreso, protestando por la escala remunerativa, acatando una huelga que ya va a cumplir un mes sin que nadie haga nada por atender las demandas. Imagino que tampoco les importa, porque esos trabajadores no votan para elegir al Presidente del Poder Judicial.
Así, la elección de presidente del Poder Judicial me importa muy poco y sus propuestas no me van. Créanme que he hecho un gran esfuerzo por no mofarme de las vaguedades que ofrecen los dos, ni para indignarme por la omisión de los trabajadores en sus discursos, aunque no debe extrañar, pues el discurso no es para nosotros, sino para los colegas que votarán por ellos. Y quien salga me vale, ¿entienden?, me vale.