El domingo serán las elecciones para elegir al alcalde de la ciudad. O alcaldesa, mejor, que dos damas están en carrera seria. ¿Por quién votaré? Pues creo que por Lourdes. No me gusta la gente que aúpa a Villarán, esos izquierdistas rancios de Patria Roja siguen hablando de lucha de clases, de burguesía, de cambiar el modelo y cosas así. Para ellos no hubo Muro de Berlín. Y como no van a cambiar, hay que esperar la "solución biológica", como se dice de Fidel Castro, lejos de cualquier cargo público.
Aunque las dos damas me parecen capaces y con la foja de servicios limpia, Lourdes me da más confianza. Ni me van ni me vienen sus vínculos con Cataño porque al fin y al cabo uno es abogado y tiene que pagar las cuentas. Si Cataño importa autos viejos es porque la ley lo permite, y si es acusado de narco, bueno, habrá que esperar que una sentencia diga que efectivamente era narco, mientras tanto, dice la ley que es inocente... y no me frieguen.
Aunque pensando bien, lo que me desanima incluso de votar es tener que elegir un alcalde de "esta" ciudad. Ciudad de marras que aborrezco por desordenada, sucia, fea y gris. Eso sí que me desanima.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
martes, 7 de septiembre de 2010
Voy bien
A veces se me ocurren bizarras ideas para escribir. No siempre estoy en el computador para desarrollar lo que he pensado, y al poco rato la idea se me va. En cambio ahora, teniendo tiempo, tengo vacía la mollera, lo que me recuerda -no sé por qué- que cuando era adolescente, tenía en mi fuero interno bien fijada la idea de escribir una novela. De hecho, varias veces he comenzado algo, pero nunca fui muy lejos... y mejor que fuera de ese modo, porque -ahora lo sé- lo que escribía francamente da risa de lo malas que son (esos papeles están guardados, primero porque iban a ser continuados y ahora como curiosidad). Esas veleidades de escribidor ya me pasaron, como se me pasó el hobby de la guitarra, ahora tengo claro que no escribiré nunca nada que no sea un blog ni tocaré como Keith Richards, pero resulta para mí curioso recordar que en la adolescencia uno cree que las cosas más inalcanzables son posibles, que las utopías están al alcance de la mano. Las utopías, en realidad, sirven no tanto porque vayan a ser realidad, sino porque nos señalan el camino, nuestro camino. Yo estoy andando el camino que decidí, no con la velocidad que desearía -bueno-, pero es el correcto. El ejercicio de ver atrás es bueno porque sé que a pesar de mis errores, voy bien.
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